IX
¿Qué es el espíritu?
Todo parece suceder como si, desde 1933, fecha en la que, retirando por fin las comillas, comienza a hablar del espíritu y en nombre del espíritu, Heidegger no hubiera dejado nunca de interrogar al ser del Geist.
¿Qué es el espíritu? Última respuesta, en 1953: el fuego, la llama, el abrasamiento, la conflagración.
Veinte años más tarde por tanto, ¡y qué años!
Pero vamos a hablar ahora del «año» (Jahr), y precisamente para aproximarnos a lo que ese «más tarde» significa a veces. Aquello que viene muy tarde, lo más tarde, puede también aproximarse a un origen, para regresar [revenir] más bien al origen anterior al origen, mucho antes incluso que el comienzo.
El Gespräch con Trakl,[lxxxvi] ese coloquio del Denker y del Dichter, acuña la respuesta. Entre el pensador y el poeta, el Gespräch no significa la entrevista, como se traduce a veces, ni el diálogo, ni el intercambio, ni la discusión, y todavía menos la comunicación. El habla de los dos que están hablando, la lengua que habla entre ellos se divide y se reúne según una ley, un modo, un régimen, un género que sólo pueden nombrarse con aquello mismo que se dice en ellos, a través de la lengua [langue] o del habla [parole] de ese Gespräch. La lengua [langue] habla en el habla [parole]. Habla de sí misma, se refiere a sí misma diferiéndose [se différant]. Aquí no leeremos un Gespräch entre Heidegger y Trakl a propósito del espíritu. El Gespräch sólo será definido como un modo determinado del habla [parole] desde lo que se dice del espíritu, de la esencia del Geist tal y como se reparte y se reúne en la conflagración.
¿Qué es el espíritu?
La respuesta se inscribe en sentencias que traducen determinados enunciados poéticos de Trakl, en una forma que llamaríamos ontológica, si la ontología fuera todavía el régimen dominante de estos textos.
«Doch was ist der Geist?», pregunta en efecto Heidegger. ¿Qué es el espíritu? Respuesta: «Der Geist ist das Flammende...» (p. 59).Más adelante, «Der Geist ist Flamme» (p. 62).
¿Cómo traducir? ¿El espíritu es aquello que inflama? ¿O más bien aquello que se inflama, incendiando, incendiándose? El espíritu es llama. Una llama que inflama o que se inflama: las dos a la vez, una y otra. Conflagración de las dos en la conflagración misma.
Tratemos de aproximar nuestra lengua a ese abrasamiento. Abrasamiento del espíritu, en ese doble genitivo por el cual el espíritu afecta, se afecta y se encuentra afectado por el fuego. El espíritu toma el fuego y da el fuego, digamos que el espíritu in-flama, en una o dos palabras, verbo y substantivo a la vez. Aquello que se toma y se da a la vez, es el fuego. El fuego del espíritu. No olvidemos lo que dijimos antes y que repetimos una vez más: el espíritu da el alma (psyché) y no la entrega únicamente en la muerte.
El espíritu in-flama, ¿cómo entender esto? No ya: ¿qué quiere decir esto? Sino ¿cómo suena esto, cómo resuena? ¿Qué hay de la consonancia, del canto, de la alabanza y del himno en ese Gespräch con un poeta? Y para plantear esta cuestión, tal vez haya que pensar lo mismo, lo mismo que aquellos de los que Heidegger dice «su canto es el decir poético» (Ihr Singen ist das Dichten). A lo que añade, volviendo a lanzar la pregunta: ¿cómo? ¿cuándo? ¿Qué quiere decir eso del decir poético? ¿A qué llamamos con ese nombre? ¿Qué es lo que (se) llama así? «Inwiefern? Was heisst Dichten?» [lxxxvii]
En ese Gespräch, no se determinará si el pensador habla en su nombre o en correspondencia con Trakl. Frente a tales enunciados, no se determinará si las comillas, visibles o invisibles, incluso las marcas todavía más sutiles, deben interrumpir la asignación de una simpleresponsabilidad. Para determinarlo, habría que hacer preceder una tal asignación de una larga meditación sobre lo que Heidegger dice, comenzando por el habla doble y doblemente dirigida, el Gespräch y la Zwiesprache entre el pensador y el poeta. Habría además que meditar la diferencia, aunque también la reciprocidad (Wechselbezug) entre el Erörterung (la situación, el pensamiento del lugar, Ort) y el Erläuterung (la lectura dilucidadora, la «explicación») de un Gedicht, la diferencia entre el Gedicht y los Dichtungen, etc. Por lo mismo que no puedo traducir estas palabras sin largos protocolos, debería, por falta de tiempo, atenerme a esta afirmación general, para mí indiscutible: los enunciados como los que acabo de citar y de traducir por el espíritu in-flama son, evidentemente, enunciados de Heidegger. No los suyos, productos del sujeto Martin Heidegger, sino enunciados que él suscribe, sin aparentemente la menor reticencia. Por una parte, los opone a todo aquello a lo que está en trance de oponerse, y que forma un contexto suficientemente determinante. Por otra parte, los sustenta en un discurso del que lo menos que se puede decir es que no contiene ni la más mínima sombra de reserva. No sería pertinente, por tanto, reducir estos enunciados de forma ontológica a «comentarios». Nada es más ajeno a Heidegger que el comentario en su sentido habitual, suponiendo que esta palabra tenga algún otro sentido cuyo concepto pudiera aspirar a algún rigor. No hay duda de que los enunciados heideggerianos se dejan aquí llevar, conducir, iniciar por los versos de Trakl que, sin embargo, parecen a su vez preceder, atraer, guiar. Actuar incluso. Pero es de la ida y la vuelta, de acuerdo con este doble movimiento (ducere/agere), de esta doble orientación, de lo que habla precisamente el Gespräch. El año, el espíritu, el fuego, todo será lo mismo, un regreso de ida y vuelta [un revenir de l’allée-venue]. Sin embargo, trataremos, hasta cierto punto y a título provisional, de discernir lo que pertenece [ce qui revient] a Heidegger. Lo que dice de la llama y del espíritu se inicia, sin duda, con los versos de Trakl. Versos que Heidegger aísla y escoge de manera discreta, pero activa. El espíritu y la llama se alían, por ejemplo, en el último poema, Grodek, que nombra «Die heisse Flamme des Geistes», «la llama ardiente del espíritu», o en el comienzo del poema An Luzifer: «Dem Geist leih define Flamme, glühende Schwermut». «Presta tu alma al espíritu, ardiente melancolía».
La cuestión que hay que tener presente, a partir de este momento, no consiste en saber quién dice «el espíritu-inflama» -lo dicen los dos, cada uno a su manera-, sino en reconocer lo que Heidegger, por su parte, dice del espíritu para situar ese habla, explicarla y reconducirla a su lugar -si es que tiene alguno que le pertenezca en propiedad.
El Geist del que habla Trakl como poeta, esta vez Heidegger no piensa deconstruir su sentido ni reinscribirlo en la metafísica, ni siquiera en la teología cristiana. Pretende mostrar, por el contrario, que el Gedicht de Trakl (su obra poética, si no sus poemas) no sólo ha franqueado [franchi] los límites de la onto-teología: nos da a pensar un salto [franchissement] que es a la vez una liberación [affranchissement]. Todavía equívoca en Hölderlin, como acabamos de ver, esta liberación [affranchissement] es unívoca en Trakl. Por lo demás, nunca Heidegger ha tratado de salvar la univocidad poética como lo hace en el pasaje de este texto que me limitaré a citar: «El extraordinario rigor, en esencia plural, del habla de Trakl es, en un sentido más alto, tan unívoco (eindeutig) que permanece infinitamente superior a toda exactitud técnica de los meros conceptos unívocos de la ciencia».[lxxxviii]
Esta Erörterung del Gedicht de Trakl es, a mi juicio, uno de los textos más ricos de Heidegger: sutil, sobredeterminado, más intraducible que nunca. Y, por supuesto, de los más problemáticos. Con una violencia que no puedo ni disimular ni asumir, debería convocar al espectro que responde a los nombres y a los atributos del espíritu (Geist, geistig, geistlich). Pero como, por otra parte, continúo estudiando este texto, espero poder un día, con una paciencia más conveniente y con mayor detenimiento de lo que el espacio de una conferencia me permite hacer hoy día, hacerle justicia analizando a la vez su gesto, su modo o su estatuto (si es que tiene alguno), su relación con el discurso filosófico y con la hermenéutica o la poética; pero además lo que dice del Geschlecht, de la palabra Geschlecht, lo que dice del lugar (Ort) y lo que dice de la animalidad. De momento, me limitaré a exponer el pasaje del espíritu.
Heidegger parece confiar, en principio, en la palabra geistlich que encuentra en Verklärter Herbst, Otoño transfigurado. En el momento de este encuentro no fortuito, y desde las primeras páginas, ya están tomadas las decisiones determinantes. Estas decisiones tienen su fundamento en el idioma alto-alemán. Todo parece abrirse, en ese Gespräch, y dejarse guiar por la interpretación de un verso de Frühling der Seele (Primavera del Alma):
Es ist die Seele ein Fremdes auf Erden.
Sí, el alma es sobre la tierra una cosa extranjera... [étrangère]
Heidegger descalifica inmediatamente toda interpretación «platónica». Que el alma sea una «cosa extranjera [étrangère]», esto no significa que debamos tenerla por prisionera, exilada, caída aquí abajo en la tierra, despojada, en un cuerpo condenado a la corrupción (Verwesen), de aquello que carece de ser y que realmente no es. Heidegger nos propone así un cambio de sentido en la interpretación. Este cambio de sentido está dirigido contra el platonismo, llegando a invertir, precisamente, el sentido mismo, la dirección o la orientación en el movimiento del alma. Esta inversión del sentido -y del sentido del sentido- pasa en principio por la atención a lo que dice la lengua. De la lengua alemana, Heidegger repatriará, en principio, la palabra fremd, reconduciéndola hacia su origen «althochdeutsch», fram, que, dice él, «significa propiamente» (bedeutet eigentlich): estar en camino hacia otra parte (unterwegs nach) y hacia adelante (anderswohin vorwärts), con el sentido de destino (Bestimmung) más que con el de errancia. Y deduce que, lejos de estar exilada sobre la tierra como una extranjera despojada, el alma se encuentra en camino hacia la tierra: Die Seele sucht die Erde erst, flieht sie nicht, el alma busca la tierra primeramente, no huye de ella.[lxxxix] El alma es extranjera porque no habita todavía la tierra -un poco como la palabra «fremd» es extranjera porque su significado no habita todavía, o ha dejado ya de habitar, su lugar propio «althochdeutsch».
Desde ese momento, por una de esas metonimias que hacen los milagros del camino, Heidegger asigna al alma (ein Fremdes de otropoema, Sebastian im Traum) el declive al que llama un tordo. Después distingue este declive (Untergang) de cualquier catástrofe o de cualquier desaparición en el Verfall. Ahora bien, la palabra «espiritual» (geistlich) pertenece a la misma estrofa que el verso « Sí, el alma es sobre la tierra una cosa extranjera »:
... Geistlich dämmert
Bläue über dem verhauenen Wald...
Es por tanto geistlich, espiritualmente, como el azul azulado del cielo deviene crepuscular (dämmert). Esta palabra, geistlich, aparece a menudo en la obra de Trakl. Heidegger declara entonces que habrá que pensar en ella. Y éste será, en efecto, uno de los hilos maestros, si no el más visible, de este trenzado. El azul deviene crepuscular «espiritualmente», geistlich. Ahora bien, este devenir-crepuscular, esta Dämmerung, que no significa un ocaso (Untergang) ni una occidentalización, es de una naturaleza esencial (wesentlichen Wesens). ¿Cómo demostrarlo, según Heidegger? Pues bien, con otro poema de Trakl, precisamente titulado Geistliche Dämmerung, cuyo último verso dice la «noche espiritual» (die geistliche Nacht). A partir de ese crepúsculo o de esa noche espiritual, se determinará la espiritualidad del año (das Geistliche der Jahre) de la que habla otro poema, Unterwegs. ¿Qué es el año? El año, das Jahr, es una palabra de origen indoeuropeo. Nos recuerda la marcha (ier, ienai, gehen), en tanto que traduce el trayecto o el curso del sol. Es por tanto esa Gehen, ese recorrido del día o del año, mañana o tarde, aurora u ocaso (Gehen, Aufgang, Untergang) lo que Trakl determina en ese poema con la palabra de das Geistliche. El crepúsculo o la noche, en tanto que geistlich, no significa la negatividad de un ocaso sino aquello que da hospitalidad al año y oculta el curso del sol.[xc]Espiritual es el paso del año, la ida y vuelta revolucionaria de aquello mismo que pasa (geht).
Este recorrido espiritual permitiría interpretar la descomposición o la corrupción (Verwesen) de la forma humana de la que habla Siebengesang des Todes (O des Menschen verweste Gestalt). Pero guía también, y por la misma razón, la interpretación de este segundo golpe (Schlag) que afecta al Geschlecht, es decir, a la vez la estirpe humana y la diferencia sexual. Este segundo golpe transforma la dualidad simple de la diferencia (Zwiefache) imprimiéndole la disensión agonística (Zwietracht). No se trata aquí de una historia del espíritu, en el sentido hegeliano o neo-hegeliano, sino de una espiritualidad del año: aquello que pasa (geht, gehen, ienai, Jahr) pero que pasa regresando[revenant] más bien hacia la mañana, hacia lo más temprano. Precipitando inmoderadamente una cierta formalización, digamos que el discurso de Heidegger, a fin de cuentas, vendría [reviendrait] a mostrar que la mañana y la noche de esta espiritualidad son más originales, en el Gedicht de Trakl así entendido, que el salir y el ponerse del sol, el Oriente y el Occidente, el origen y la decadencia corrientes en la interpretación dominante, es decir, metafísico-cristiana. Esa mañana y esa noche serían más originales que cualquier historia onto-teológica, cualquier historia y cualquier espiritualidad aprendidas en un mundo metafísico-platónico o cristiano.
¿Qué significa entonces este suplemento de originariedad? ¿Tiene el menor contenido determinable? Ésta podría ser una de las formas de la pregunta hacia la que nos encaminamos. Pero también una primera señal de lo que precede o excede al preguntar mismo.
El Geschlecht es caída [déchu] (verfallene). Su decadencia [déchéance] no sería ni platónica ni cristiana. Es caída porque ha perdido su certero golpe (den rechten Schlag). Se encontraría así en camino hacia el certero golpe de esa diferencia simple, hacia la serenidad de una dualidad simple (die Sanftmut einer einfältigen Zwiefalt) para liberar la dualidad (Zwiefache) de la disensión (Zwietracht). Es en camino, el camino de un retorno hacia ese certero golpe, como el alma resulta una cosa extraña [étrangère] (ein Fremdes), un extraño [étranger] (Fremdling).
¿Quién es este extraño [étranger]? Heidegger sigue sus pasos en el poema de Trakl. El extraño, [étranger] el otro (ener «en la lengua arcaica») [xci] aquel (Jener), allá lejos, aquel de la otra orilla, es aquel que se pierde en la noche del crepúsculo espiritual. Por esta razón parte, se aparta, dice adiós, se retira, fallece [dé-cède]. Es der Abgeschiedene. Esta palabra significa normalmente el solitario o el muerto (el difunto, el fallecido). Pero sin estar aquí sustraído a la muerte, se encuentra sobre todo marcado por la separación de aquel que se aleja hacia otro amanecer (Aufgang). Está muerto, por supuesto, y es el muerto que se separa en tanto que es también el demente: der Wahnsinnige, palabra que Heidegger quiere devolver a su significado corriente. En efecto, recuerda que wana «quiere decir» ohne, «sin», y que Sinnan «significa originariamente» (bedeutet ursprünglich): viajar, aspirar a, tomar una dirección. El sentido es siempre el sentido de un camino (sent y set en indoeuropeo): el extraño, aquel que ha fallecido [dé-cédé], no está simplemente muerto, ni loco, está en camino hacia un más allá. Esto es lo que habría que entender cuando Trakl escribe: Der Wahnsinnige ist gestorben (El demente ha fallecido) o Man begräbt den Fremden (Se entierra al Extraño [l’Étranger]).
Este extraño [Étranger], dirá la traducción corriente, está muerto, loco y enterrado. Sus pasos le encaminan en la noche, como un espectro [revenant], hacia los albores del alba de aquello que todavía no ha nacido, hacia lo ingenerado (das Ungeborene), Artaud diría, tal vez, lo in-nacido.
«Espectro» [«Revenant»] no es una palabra de Heidegger, y no le gustaría sin duda que se la impusieran, en razón de las connotaciones negativas, metafísicas o parapsíquicas que él se apresuraría a descubrir en ella. Sin embargo, no la borraré, en razón del espíritu, de todos los desdoblamientos del espíritu que nos esperan todavía y, sobre todo, en razón de aquello que, a mi parecer, la invoca en el texto de Trakl, al menos tal y como yo lo leo. Pero más aún por fidelidad a aquello que, en el texto mismo de Heidegger, presenta el ir y venir de esta palabra como un re-tornar [re-venir] de la noche hacia el alba, y finalmente como el retorno [revenir] de un espíritu. Para comprender este re-torno [re-venance] que va hacia la mañana más matinal, para entender que el fin del «verwesenden Geschlechtes», de la estirpe en descomposición, precede al comienzo, que la muerte llega antes del nacimiento, y lo «más tarde» antes que lo «más temprano», hay que acceder precisamente a una esencia más originaria del tiempo. Hay que regresar [revenir] a un «antes» de esta interpretación del tiempo que rige, al menos desde Aristóteles, nuestra representación. En cuanto fin del verwesenden Geschlechtes, el fin parece preceder al comienzo (Anbeginn) de la estirpe ingenerada (des ungeborenen Geschlechtes). Pero este comienzo, esta mañana más matinal (die frühere Frühe), se ha levantado ya, ha sobrepasado, en realidad precedido (überholt) al fin. Y la esencia originaria del tiempo (das ursprüngliche Wesen der Zeit) habrá sido precisamente preservada en este archi-origen. Si no se comprende cómo el fin parece preceder al comienzo, es porque esta esencia originaria ha permanecido oculta bajo un velo. Seguimos todavía prisioneros de la representación aristotélica del tiempo: sucesión, dimensión mediante un cálculo cuantitativo o cualitativo de la duración. Esta dimensión puede representarse de manera ya sea mecánica, ya sea dinámica, ya sea incluso en relación con la desintegración del átomo.[xcii]
Una vez más, después de un inmenso recorrido, es desde un pensamiento más originario del tiempo como nos abriremos a un pensamiento más apropiado del espíritu. Una pregunta se impone entonces a Heidegger, ante todas las significaciones que acabamos de reconocer y de desplazar, significaciones que todas ellas determinan el Abgeschiedenheit del Extraño [l’Etranger]: si el poeta dice del crepúsculo, de la noche, del año del extraño[l’etranger], de su itinerario [cheminemen], de su partida, de su fallecimiento [dé-cès] (Abgeschiedenheit) en suma, que son espirituales, ¿qué quiere decir entonces esta palabra, geistlich?
Para un oído superficial, anota Heidegger, Trakl parece limitarse al sentido corriente de la palabra, a su sentido cristiano y hasta de una cierta sacralidad eclesial. Ciertos versos de Trakl parecen incluso favorecer esta interpretación. Sin embargo, otros versos manifiestan claramente, según Heidegger, que el sentido clerical no domina. El sentido dominante tiende más bien hacia lo «más temprano» de quien desde hace tiempo ya está muerto. Movimiento hacia esa Frühe más que matinal, esa iniciación más que primaveral, que viene antes incluso que los primeros albores de la primavera (Frühling), antes que el principio del primun tempus, en la antevíspera. Esa Frühe vela, en cierto modo, lo primaveral mismo y es ella la que promete el poema Frühling der Seele (Primavera del alma).
Hay que insistir sobre la promesa. La palabra versprechen (prometer) dice esa singular Frühe que promete (verspricht) un poema titulado Frühling der Seele. Pero la encontramos también cerca de la conclusión, veinte páginas más adelante, cuando Heidegger habla de Occidente (Abendland y Abendländisches Lied son los títulos de otros dos poemas). Refiriéndose al poema titulado Herbstseele (Alma de Otoño), distingue entre el Occidente en el que nos da que pensar Trakl y aquél de la Europa platónico-cristiana. Escribe de este Occidente algo que vale también para la Frühe archi -o pre-oriental- y subraya una vez más la promesa: «Este Occidente es más antiguo, a saber, früher, más precoz [más inicial, aunque ninguna palabra resulta aquí apropiada] y por eso mismo promete más (versprechender) que el Occidente platónico-cristiano y que aquel que, pura y simplemente, se presenta a la europea».[xciii]
Versprechender: prometiendo más, no porque fuera más prometedor, porque prometiera más, más cosas, sino prometiendo mejor, más propio de la promesa, más próximo de la esencia de una auténtica promesa.
Esta promesa no plantea nada, no pro-mete, no da nada por adelantado, simplemente habla. De esta Sprache verspricht, podríamos decir, y yo lo diría (Heidegger no lo dice de esta manera) que es en la apertura de esta Sprache donde se cruzan el habla del Dichter y la del Denker en su Gespräch o su Zwiesprache. Naturalmente la promesa de este Versprechen puede corromperse, disimularse o perderse. Precisamente es sobre este mal de la promesa sobre el que medita aquí Heidegger cuando habla del Occidente europeo platónico-cristiano y del Verwesen de la humanidad, o incluso del Geschlecht. Este Verwesen es también una corrupción del Versprechen, una corrupción fatal que no sobreviene accidentalmente a la Sprache.
En otro contexto,[xciv] simulando jugar sin jugar con la célebre fórmula de Heidegger (Die Sprache spricht), Paul de Man escribió:Die Sprache verspricht. Pero no estaba jugando, el juego trabaja en la lengua [langue] misma. Esta fórmula la precisó un día como Die Sprache verspricht sich: la lengua o el habla [la langue ou la parole] promete, se promete pero también se desdice, se deshace o se descompone, desvaría o delira, se deteriora, se corrompe muy pronto y esencialmente. Desde el momento en que habla [parle], no puede dejar de prometer, como promesa que es, pero tampoco puede evitar el incumplirla -y esto tiene que ver tanto con la estructura de la promesa como con el acontecimiento que, a pesar de todo, funda-. El Verwesen es un Versprechen. Al decir esto, tal vez, sin duda incluso (¿cómo estar seguro de ello?), he alterado el orden del comentario, si es que algo semejante existe. ¿Suscribiría Heidegger una interpretación que hiciera de este Versprechen otra cosa que una modalidad o una modificación de la Sprache? El vería en ello antes bien, y cuanto antes [plutôt, plus tôt], el acontecimiento mismo, en la promesa, para lo bueno y para lo malo, del habla dada [parole donnée]. Queda por saber si este Versprechen no es la promesa que, abriendo todo habla [parole], hace posible la pregunta misma, y por tanto la precede sin pertenecerle: la disimetría de una afirmación, de un sí anterior a toda oposición del sí y del no. Toda pregunta responde a la llamada del ser. Allí donde hay lenguaje, la promesa ya ha tenido lugar. El lenguaje siempre plantea la promesa, antes de formular cualquier pregunta[xcv] y en la pregunta misma. [L’appel de l’être, toute question y répond déjà, la promesse a déjà eu lieu partout où vient le langage. Celui-ci toujours, avant toute question, et dans la question même, revient à de la promesse]. También esto sería una promesa del espíritu.
Prometiendo mejor, concordando con lo que es más esencialmente promesa en la mejor promesa, lo que es versprechender anuncia, por tanto, la antevíspera: aquello que ya ha tenido lugar, en cierto modo, antes incluso de lo que llamamos, en nuestra Europa, el origen o los albores de la primavera. Que una promesa anuncie o salude aquello que ha tenido lugar con anteríorídad al «ente» [«avant» l’auparavant], he aquí el estilo de la temporalidad o de la historialidad, un acontecer [venue] del acontecimiento [l’événement], Ereignis o Geschehen, que hay que pensar para estar cerca de lo espiritual, de lo Geistliche disimulado bajo la representación cristiana o platónica. El «hay» de ese «hay que pensar» hace concordar, en realidad, su modalidad con la de la promesa. El pensamiento es la fidelidad a esta promesa. Lo que quiere decir que no es lo que debe ser si escucha -si a la vez oye y obedece.
Acabamos de ver por qué este uso de la palabra geistlich no podía ser cristiano. Y por qué, a pesar de las apariencias, Trakl, o al menos el Gedicht de Trakl, no podía ser esencialmente cristiano. Heidegger introduce aquí unas comillas invisibles en el uso de la misma palabra. De este modo, ésta se encuentra dividida por una diferencia interior. En cuanto al adjetivo geistig que, sin embargo, como hemos visto, ha utilizado ampliamente sin comillas y tomado por su cuenta, continuamente, desde 1933, de pronto lo despide brutalmente, sin mediar ninguna explicación. De un modo que puede parecer una inconsecuencia flagrante, hace como si él no hubiera celebrado la Geistigkeit del Geistdurante veinte años. Esta palabra, en cuyo nombre, y con cierta arrogancia, había denunciado todas las formas de la «destitución del espíritu», ahora la inscribe en la forma vulgar y groseramente tipificada de la tradición metafísico-platónica, la misma que será responsable o sintomática de ese Verwesen del Geschlecht: la corrupción de la estirpe humana en su diferencia sexual. Ahora reconoce en esta palabra todo el platonismo. Pero más vale citar aquí el pasaje donde reaparece el vermeiden, el gesto de evitar que mencioné al comenzar. Resuena como un eco retardado de la misma palabra en Sein und Zeit, un cuarto de siglo antes. Pero un abismo amplifica de ahora en adelante su resonancia. Heidegger acaba de anotar que geistlich no tiene el sentido cristiano. Finge entonces preguntarse por qué Trakl ha dicho geistliche y no geistige Dämmerung o geistige Nacht. Veámoslo:
¿Por qué evita (vermeidet er) la palabra «geistig»? Porque lo «Geistige» significa lo opuesto a lo material (Stofflichen). Esta oposición representa (stellt... vor) la diferencia de dos ámbitos y nombra, con un lenguaje platónico-occidental, el abismo (Kluft) que separa lo suprasensible (noeton) de lo sensible (aistheton).
Lo espiritual así entendido (Das so verstandene Geistige) que se ha convertido entretanto en lo racional, lo intelectual y lo ideológico pertenece, junto con sus oposiciones, al modo de ver el mundo (Weltansicht) del «verwesenden Geschlecht», del Geschlecht en descomposición.[xcvi]
La degradación de lo espiritual en «racional», «intelectual», «ideológico», es precisamente lo que Heidegger condenaba en 1935. Desde este punto de vista, la continuidad de su discurso parece indiscutible. Pero, en 1935, hablaba en nombre de la Geistigkeit y no de la Geistlichkeit, sobre todo no de aquella Geistlichkeit (no cristiana). Hablaba en nombre de lo que acaba de definir como el origen platónico de la falsa interpretación y de la degradación del espíritu. Hablaba al menos literalmente, puesto que se servía continuamente de la palabra «geistig», aunque la distinción entre la letra y cualquier otra cosa (por ejemplo el espíritu), no tiene precisamente ninguna otra pertinencia aquí más que la platónico-cristiana.
Éstas son, por tanto, aproximaciones negativas a la esencia del espíritu. En su esencia más propia, tal y como el poeta y el pensador permiten interpretarla, el Geist no es ni la Geistliehkeit cristiana ni la Geistigkeit platónico-metafísica.
¿Qué es entonces? ¿Qué es el Geist? Para responder a esta pregunta de un modo afirmativo, moviéndose todavía a la escucha de Trakl, Heidegger invoca la llama.
El espíritu inflama. ¿Cómo entender esto?
No es una imagen, tampoco es una metáfora. Heidegger, en cualquier caso, pondría en duda toda lectura retórica.[xcvii] Aquí no podremos intentar afinar los conceptos de la retórica más que después de habernos cerciorado de algún sentido propio de una de estas palabras, el espíritu o la llama, en tal o cual lengua determinada, en tal o cual texto, en tal o cual frase. Pero estamos lejos de ello y todo reside [revient] en esta dificultad.
A falta de poder seguir aquí a Heidegger paso a paso, indicaré únicamente, con algunos trazos [traits], la lectura que me gustaría proponer. ¿Y por qué precisamente trazos? porque el motivo del trazo va a hacer una incisión, por decirlo de algún modo, en el interior de la llama. Y se tratará de algo completamente distinto de lo que nosotros llamamos en francés agudeza [trait d’esprit].
1. Primer trazo. Heidegger no rechaza simplemente la determinación del espíritu como spiritus y pneuma, en el pasaje que voy a citar, sino que la deriva más bien, afirma la dependencia del soplo, del viento, de la respiración, de la inspiración, de la expiración y del suspiro respecto a la llama. Precisamente porque el Geist es llama hay en él pneuma y spiritus. Pero el espíritu no es en principio, no es originariamente pneuma ni spiritus.
2. Segundo trazo. En ese movimiento, el recurso a la lengua alemana parece irreducible. Parece hacer depender la semántica del Geist de una «significación originaria» (ursprüngliche Bedeutung) confiada al idioma alemán gheis.
3. Tercer trazo. En la determinación afirmativa del espíritu -el espíritu in-flama- se aloja ya la posibilidad interna de lo peor. El mal tiene su origen en el espíritu mismo. Proviene del espíritu, pero precisamente de un espíritu que no es la Geistigkeit metafísico-platónica. El mal no está del lado de la materia o de lo sensible material, que se opone generalmente al espíritu. El mal es espiritual, también él es el Geist, de ahí esa otra duplicidad interna que hace de un espíritu el malicioso fantasma del otro. Esta duplicidad afecta, en el pasaje que voy a leer, hasta al pensamiento de la ceniza, esa blancura de la ceniza que pertenece al destino consumado, consumante, a la conflagración de la llama que se abrasa a sí misma. La ceniza, ¿es el Bien o el Mal de la llama?
Traduciré en principio algunas líneas, antes de aislar otros trazos:
¿Qué es entonces el espíritu? En Grodek, su último poema, Trakl habla de la «llama ardiente del espíritu» (heissen Flamme des Geistes) (201). El espíritu es llameante (das Flammende: el espíritu en llamas) y quizá sólo sea soplo en cuanto tal (es un soplo, ein Wehendes). Trakl no entiende el espíritu en primer término como pneuma, no espiritualmente (nicht spirituell: un caso raro es esta palabra en Heidegger), sino como la llama que inflama [o se inflama: entflammt: lo propio del espíritu es esta espontaneidad auto-afectiva que no necesita ninguna exterioridad para encenderse o para encender, para ponerse estáticamente fuera de sí; el espíritu se da el ser fuera de sí, como vamos a ver: el espíritu en llamas enciende y se enciende él solo, para lo bueno y para lo malo, puesto que soporta también el mal y es el paso fuera de sí], eleva [o remonta, aufjgt] desplaza [o deposita o espanta, transporta o transpone, deporta: entsetzt, una palabra, toda una semántica que juega un papel importante en este texto y reaparecerá muy pronto en la derivación etimológica de «Geist»], vuelve inasequible (ausser Fassung bringt). El llamear es el ardor luminoso. Lo llameante es lo fuera-de-sí (das Ausser-sich) que alumbra y deja relucir, pero también (indessen auch) lo que puede continuar devorando, consumiéndolo todo en blanca ceniza (in das Weisse der Asche verzehren kann).
«Llama es el más pálido hermano», puede leerse en el poema Verwandlung des Bösen (129) (Transformación del Mal). Trakl entiende el «espíritu» en los términos en que se nombra la significación originaria (in der ursprünglichen Bedeutung) de la palabra «Geist»; pues gheis significa estar enojado (aufgebracht) transportado [o transpuesto, deportado: entsetzt, una vez más- y éste es, creo, el predicado más determinante], fuera de sí (ausser sich).[xcviii]
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