quarta-feira, 21 de agosto de 2019

DEL ESPÍRITU. HEIDEGGER Y LA PREGUNTA (1) JACQUES DERRIDA


I

Voy a hablar del espectro [revenant], de la llama y las cenizas.
Y de lo que para Heidegger quiere decir evitar.
¿Qué es evitar? Heidegger utiliza en varias ocasiones la palabra corriente, vermeidenevitar, huir, esquivar. ¿Qué es lo que habrá podido querer decir cuando se trata del «espíritu» o de lo «espiritual»? Precisemos cuanto antes: no del espíritu o de lo espiritual, sino de Geist, geistig, geistlich, pues esta cuestión va a ser, de parte a parte, la cuestión misma de la lengua. ¿Pueden traducirse estas palabras alemanas? Dicho de otro modo: ¿pueden evitarse?
Sein und Zeit (1927): ¿qué dice entonces Heidegger? Anuncia y prescribe. Adviertedeberá evitarse (vermeiden) determinado número de términos. Entre ellos, el espíritu (Geist). En 1953, más de veinticinco años más tarde, y aquél no fue un cuarto de siglo cualquiera, en el importante texto que dedica a Trakl, Heidegger menciona que éste ha procurado siempre evitar (vermeidenuna vez más) la palabra geistigY Heidegger está evidentemente de acuerdo con él, piensa lo mismo que él. Aunque esta vez ya no es Geistni siquiera geistlich lo que hay que tratar de evitar, sino geistig.
¿Cómo delimitar la diferencia y qué es lo que ha ocurrido? ¿Qué ha pasado en ese intervalo de tiempo? ¿Cómo explicar que en veinticinco años, entre esas dos señales de advertencia («evitar», «evitar usarlo»), Heidegger haya hecho un uso frecuente, regular, marcado, incluso remarcado, de todo ese vocabulario, incluido el adjetivo geistig? ¿Y que haya a menudo hablado, no únicamente de la palabra «espíritu», sino, dejándose en ocasiones arrastrar por el entusiasmo, en nombre del espíritu?
¿Habrá dejado de evitar lo que él sabía que debía evitar? ¿Aquello que de alguna manera se había prometido a sí mismo evitar? ¿Se habrá olvidado de evitarlo? ¿O bien, como puede suponerse, las cosas son más retorcidas, más complicadas sus relaciones?
Podríamos enzarzarnos aquí en la redacción de un capítulo destinado a otro libro. Me imagino el título: ¿Cómo no hablar?[i] ¿Qué quiere decir «evitar»en Heidegger particularmente? pues no se trata necesariamente de la evitación o de la denegación. Estas últimas categorías son insuficientes en la medida en que el discurso que habitualmente las utiliza, por ejemplo el discurso del psicoanálisis, no toma en cuenta la economía del vermeidenen aquellos lugares en que afronta la pregunta por el ser. De esta utilización, y es lo menos que podemos decir, estamos muy lejos. Lo único que me gustaría intentar hoy es aproximarme un poco a ella. Pienso en particular en todas aquellas modalidadades del «evitar» que quieren decir sin decir, escribir sin escribir, utilizar las palabras sin utilizarlas: entre comillas, por ejemplo, bajo una tachadura no negativa en forma de cruz (kreuzweise Durchstreichung), o incluso en proposiciones del tipo: «Si tuviera que escribir una teología, como a veces estoy tentado de hacer, la palabra “ser” no aparecería para nada», etc.[ii] Sabemos que, en la fecha en que dice esto, Heidegger había hecho desaparecer ya esa palabra, dejándola a un tiempo que apareciese bajo una tachadura, lo que tal vez le había empeñado, tiempo atrás, en la vía de aquella teología de la que únicamente dice que le gustaría escribir, pero que no deja de escribir al mismo tiempo cuando dice que él no es quién para hacerlo, que no piensa hacerlo y que, si un día la fe le interpelara, cerraría su taller de pensamiento.[iii]¿Acaso no está dejando de manifiesto, al decir esto, que podría hacerlo?, ¿y que pudiera ser incluso el único capaz de hacerlo?
El título, que no he podido evitar poner a esta conferencia, ha podido sorprender o chocar a alguno de ustedes, haya reconocido o no la cita -en esta ocasión sin afán paródico­- de un libro escandaloso, en un principio anónimo y condenado al fuego.[iv]
Este título nos parece hoy día anacrónico tanto en su gramática como en su léxico, como si nos devolviera a la época en que se escribían todavía tratados sistemáticos siguiendo el modelo de las composiciones latinas de estilo ciceroniano, De spirituque sirvieron al llamado materialismo francés del siglo XVIII o al espiritualismo francés de los siglos siguientes, para formular los más hermosos cánones de nuestra retórica escolar. La forma anacrónica, el «retro» provocativo de este Del espírituparece todavía más insólita en el contexto de este coloquio, a un tiempo por razones de estilo (no contiene nada que nos recuerde el estilo heideggeriano), y, me atrevería a decir, de semántica: el espíritu, al menos en apariencia, nunca fue palabra favorita de Heidegger. Nunca fue su tema. En consecuencia, habrá intentado evitarlo. ¿Y quién se atrevería a hacerle sospechoso de aquella metafísica -materialista o espiritualista- a la que la tradición francesa debe sus días de gloria y sus mejores momentos y que ha marcado durante tanto tiempo a nuestras instituciones filosóficas?
Puesto que esta sospecha parece absurda, ya que lleva implícita algo intolerable, y quizá también porque conduzca a los lugares más inquietantes del trayecto, de los discursos y de la historia de Heidegger, se ha evitado a su vez hablar del espíritu en una obra que, de la primera a la última palabra, está imantada por él.
¿No es significativo que a este tema, el espíritu, del que quisiera demostrar a continuación que ocupa un lugar de excepción, un lugar obvio en este recorrido del pensamiento, se le haya privado de su legado [forclos d’héritage]? Nadie quiere saber nada de él en toda la familia de los heideggerianos, ya sean ortodoxos o heréticos, neoheideggerianos o para-heideggerianos, discípulos o especialistas. Nadie habla jamás del espíritu en Heidegger. Más aún: incluso los anti-heideggerianos especializados no se interesan en esta temática del espíritu, ni siquiera para denunciarla. ¿Por qué? ¿Qué está sucediendo? ¿Qué se trata de evitar? ¿Por qué esta criba en el legado [l’héritage], y esta discriminación? ¿Por qué en el rechazo mismo del legado [legs], el Geist no ocupa el lugar que le corresponde, junto a los grandes temas y las grandes palabras, el ser, el Daseinel tiempo, el mundo, la historia, la diferencia ontológica, el Ereignisetc.?
Tal vez habría que correr los riesgos del academicismo clásico para señalar, dejándola pendiente, pues no tengo intención de tratar de ella, la dimensión francesa, la crónica franco-alemana en la que situamos a Heidegger en el curso de este coloquio que podemos ver ahora también como una Erörterungcon la mirada puesta en las «cuestiones pendientes». Del espíritu es un título muy francés, demasiado francés para entender lo geistige o lo geistliche del GeistPrecisamente por eso, tal vez se lo entienda mejor en alemán. Quizá, en cualquier caso, seamos más sensibles a su germanidad si escuchamos su resonancia en un idioma extranjero para someterlo a la prueba de la traducción, o mejor aún, si ponemos a prueba su resistencia a la traducción. Y si sometemos nuestro idioma a la misma prueba.
Dejaremos de lado esta necesidad. No voy a confiar la justificación esencial de mi trabajo a una introducción o un prefacio. Sin embargo, expondré tres argumentos previos.
En primer lugar se encuentra la necesidad de esta explicación esencial, la altercación entre las lenguas, el alemán y Roma, el alemán y el latín, incluso el alemán y el griego, la Übersetzung como Auseinandersetzung entre pneuma, spiritus y Geist. Este último, en determinado momento, ya no es posible traducirlo por los dos primeros. «Dime lo que piensas de la traducción, y te diré quién eres», nos recuerda Heidegger a propósito de la Antígona de Sófocles.[v] En este título, Del espírituel del franco-latino anuncia también que, bajo la forma clásica de la encuesta, de la disertación incluso, me gustaría empezar a tratar del espíritudel concepto y de la palabra, de los términos. Geist,geistig, geistlich en Heidegger. Empezaré por seguir modestamente sus trayectos, sus funciones, sus formaciones y transformaciones calculadas, sus presuposiciones y sus destinos. Este trabajo preliminar todavía no lo ha emprendido nadie sistemáticamente, y, que yo sepa, ni siquiera se ha llegado a plantear. Semejante silencio no puede ser insignificante. No se debe únicamente al hecho de que si el léxico del espíritu es más abundante de lo que se imagina en Heidegger, en cambio nunca lo ha tomado como título o tema principal de alguna de sus interminables meditaciones, de un libro, de un seminario, ni siquiera de una conferencia. Y, sin embargo, voy a tratar de demostrar que lo que permanece incuestionable, en la invocación del Geist por Heidegger, más que un abuso de autoridad, es la autoridad misma en su manifestación más extra-ordinaria. Pues en el idioma alemána este motivo del espíritu o de lo espiritual se le reconoce una extraordinaria autoridad. Precisamente en la medida en que no aparece en el primer plano de la escena, como si se sustrajera a cualquier destrucción o deconstrucción, como si no perteneciera a una historia de la ontología -y éste es precisamente el problema.
Por otra parte, y éste es el segundo argumento, este motivo se inscribe, por regla general, en los contextos de un alto contenido político, en los momentos en que el pensamiento se preocupa más que nunca por eso que llamamos la historia, el idioma, la nación, el Geschlechtel griego o el alemán. Este léxico, al que no tenemos derecho a llamar espiritualista, ni siquiera espiritual -¿espiritualizado tal vez?-, Heidegger recurre constantemente a él durante los años 1933-1935, sobre todo en el Discurso del Rectorado y en la Introducción a la metafísica y, más tarde, de manera distinta, en el NietzschePero en el curso de los veinte años siguientes, y con una inflexión que intentaré analizar, este mismo léxico imanta, por ejemplo, los seminarios o los escritos sobre Schelling, Hölderlin y, sobre todo, Trakl. Se le adjudica un valor temático, en cierto modo novedoso.
Veamos por fin mi tercer argumento preliminar: si no es ni temático ni atemático, si su modalidad requiere por tanto otra categoría, el pensamiento del Geíst y de la diferencia entre geistig y geistlich no se inscribe únicamente en los contextos de alto contenido político, como acabo de decir de manera precipitada y un poco convencional. Tal vez decida el sentido de lo político como tal y, en cualquier caso, determinaría el lugar de semejante decisión, si ésta fuera posible. De ahí la situación privilegiada, cuyo alcance no se ha medido todavía, de eso que llaman las cuestiones políticas, o de la política, que hoy en día animan tantos debates en torno a Heidegger. Suscitados de nuevo, en Francia, principalmente por Lacoue-Labarthe, en relación con las grandes cuestiones del ser y de la verdad, de la historia, del Ereignisdel pensamiento o de lo impensado, o, prefiero decirlo en plural, de los pensamientos o de los impensados de Heidegger.

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