sexta-feira, 30 de agosto de 2019

CARTA DE JACQUES DERRIDA Á JEAN-LOUIS HOUDEBINE ( Fragmento )


CARTA DE JACQUES DERRIDA Á JEAN-LOUIS HOUDEBINE ( Fragmento )

15 de julio de 1971

Estamos de acuerdo en lo que se refiere a la inversión/desplazamiento.
1. La toma de partido en filosofía: nada me “choca” menos, por supuesto.
¿Para qué empeñarse en un trabajo de deconstrucción, más bien que dejar las cosas como están?, etc. Nada aquí que no tenga “freno” en alguna parte. La deconstrucción, he insistido en ello, no es neutraLa deconstrucción intervieneNo estoy tan seguro que el imperativo de una toma de partido en filosofía haya sido regularmente considerado como “escandaloso” en la historia de la metafísica, ya se considere esta toma de partido como implícita o como declarada. Tampoco estoy seguro -pero aquí supongo que estamos de acuerdo- en que la toma de partido, al menos como freno o fuerza de ruptura con las normas del discurso filosófico tradicional, sea esencial a todo materialismo, al materialismo en cuanto tal¿Estaríamos también de acuerdo para admitir que no hay toma de partido efectiva y eficienteverdadera fuerza de ruptura, sin análisis minucioso, riguroso, extenso, tan diferenciado y tan científico como sea posible? ¿Con la mayoría de datos posibles, y de los datos más diversos (economía general)? ¿Que es necesario arrancar esta noción de toma de partido a toda determinación en última instancia psicologista, subjetivista, moral y voluntarista?
2. Espaciamiento/alteridad: sobre su indisociabilidad no hay desacuerdo entre nosotros. En el análisis del espaciamiento, como he recordado en el curso de la entrevista, siempre he subrayado al menos dos rasgos: 1. que el espaciamiento era para una identidad la imposibilidad de cerrarse sobre ella misma, sobre el interior de su propia interioridad o sobre su coincidencia consigo misma. La irreductibilidad del espaciamiento es la irreductibilidad del otro. 2. que “espaciamiento” no designaba solamente el intervalo, sino un movimiento “productivo” ; “genético”, “práctico”, una “operación”, si quiere, también con su sentido mallarmeano. La irreductibilidad del otro se marca en relación con lo que usted parece designar bajo la noción de “posición”: y éste es, con relación a nuestra discusión del otro día, el punto más nuevo y el más importante, me parece, sobre el que volveré en un instante.
Cinco observaciones en el intervalo:
1.° Definir este sistema del espaciamiento/alteridadsobre el que estamos de acuerdo, como un resorte esencial e indispensable del materialismo dialéctico, ¿no es esto ya bastante nuevo?
2.° “Ningún Aufhebung, aquí”, escribe usted. No lo digo por tomarle al pie de la letra, sino para subrayar la necesidad de reinscribir más bien que de negar: siempre hay Aufhebung (como represión, idealización, sublimación, etc.).
3.° Yo no suscribiría sin reservas lo que dice, por lo menos bajo ese enunciado en la frase: “esta inscripción del espaciamiento sólo se sostiene con lo que niega bajo la forma de una “presencia” (y que es, de hecho, una “no-presencia”): otro, cuerpo, materia”. Yo temería que la categoría de “negación” no nos reintrodujese en la lógica hegeliana de Aufhebungprecisamente. He llegado a hablar de no-presencia, en efecto, pero yo ahí designaba menos una presencia negada, que “algo” (nada, ¿no es cierto?, en la forma de la presencia) que se apartaba de la oposición presencia/ausencia (presencia negada) con todo lo que comporta. No obstante, se trata de un problema demasiado difícil para abordarlo en una carta. En la misma frase, ¿piensa que cuerpo y materia designan siempre no-presencias al mismo título que otroComo tampoco es una forma de presencia, otro no (es) un ser (ente, existencia, esencia, etc.).
4.° Sin pretender tomarle literalmente, sin embargo, para precisar lo que es a mi parecer el espaciamiento: yo no sostendría, por razones evidentes (no sostendría en cualquier caso la carta de esta propuesta), que el espaciamiento es un “momento” y un “momento esencial”. Siempre será el marco de la relación a Hegel.
5.° De acuerdo en lo que concierne a Bataille (cf. La escritura y la diferencia, p. 397, n. 1).
Posición (de la alteridad): teniendo en cuenta el punto 2 (ver más arriba), no hay ningún desacuerdo entre nosotros y, como decía en la entrevista, no puedo recibir su hincapié sobre este punto como una adicción o una objeción a lo que he escrito. ¿Por qué, no obstante, la palabra “posición” me parece que debe manejarse con prudencia?
1. Si la alteridad del otro está planteadaquiero decir solamente planteada, ¿no revierte a lo mismobajo la forma, por ejemplo, del “objeto constituido” o del “producto informado”, investido de sentido, etc.? Desde este punto de vista, diría incluso que la alteridad del otro inscribe enla relación lo que no puede en ningún caso “plantearse”: La inscripción, tal y como la definiría a este respecto, no es una simple posición: más bien es por lo que toda posición es abortada (différance): inscripciónmarca, texto y no solamente tesis o tema-inscripción de la tesis. Pero quizá la discusión sobre este punto, entre nosotros, reposa sobre un malentendido “verbal”, “nominal”. Y siempre se puede volver a definir, con la misma palabra (detracción, injerto, extensión), el concepto de posición.
2. Es verdad que entonces toparíamos con el problema del concepto de concepto, y el problema de la relación entre el concepto y el otro.
Como no podemos abordarlo aquí, diré solamente esto: si pido una clarificación, en cuanto al concepto de posición se refiere (y a algunos otros a los que usted le liga), es porque lleva al menos el mismo nombre que un resorte absolutamente esencial, vital (incluso si pasa a menudo desapercibido) de la dialéctica especulativa hegeliana (Setzung). (La posición-del-otro es siempre, finalmente, el plantearse a sí-mismo de la Idea como otro (que) sí en su determinación finita, con vistas de repatriarse y de reapropiarse, de restituirse en presencia en la riqueza infinita de su determinación, etc.).
Hay, por lo tanto, al menos dos conceptos de la posición.
¿Por qué no dejamos la discusión abierta sobre esta cuestión de la posición, de las posiciones (toma de partido: posición (negación)? posición-afirmación? inversión/desplazamiento?, etc.).
Os dejo. Gracias a los dos.

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P. S. ¿Y si diéramos a este intercambio, por título (germinal), la palabra posicionescuya polisemia se marca, por añadidura, en la letra s, letra “diseminante” por excelencia, decía Mallarmé? Yo añadiría, tratándose de posicionesescenas, actos, figuras de la diseminación.
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Jaques Derrida


 

[1] “Se propone como una marca muda, como un monumento tácito, diría incluso como una pirámide, pensando no sólo en la forma de la letra cuando se imprime en mayúscula, sino también en el texto de la Enciclopedia de Hegel, donde el cuerpo del signo se compara a la Pirámide egipcia”.
“La différance”, en Teoría de conjunto(p. 50, de la edición castellana publicada en Seix Barral, 1971). (Retomado en Márgenes de la filosofía, Ed. de Minuit, 1972, p. 4). Esta alusión se desarrolla en un ensayo contemporáneo (“El pozo y la pirámide, Introducción a la semiología de Hegel”, enero 1968, en Hegel y el pensamiento moderno, P.U.F. (Retomado en Márgenes..., p. 79), que opone también el discurso del logosque extrae la verdad que-habla-por-sí-sola del fondo de un pozo, a la escritura que se marca, más vieja que la verdad, sobre el frente de un monumento (N.D.L.R.).
* sens blanc, sang blanc, sans blanc, cent blancs, semblant, en el original.
[2] Cf. “La doble sesión” (Tel Quel, nn. 40-41. Retomado en La diseminaciónEd. Seuil,1972) (N.D.L.R.) (Hay traducción castellana, Ed. Fundamentos, 1975).
[3] De la Gramatologíap. 40, “De la economía restringida a la economía general”, en La escritura y la diferencia, y passim (N.D.L.R.).
* dans “La double séance”, une double science, en el original.
[4] Cf. también “La différance”, p. 69. (Márgenes..., p. 20) “Las dos escrituras”, “La escritura y la economía general”, “La trasgresión de lo neutro y el desplazamiento de la Aufhebung”, en La escritura y la diferencia (texto sobre Bataille, p. 385 ss.), “Ousia y grama. Nota sobre una nota de Sein und Zeit”. (Retomado en Márgenes..., p. 31) (a propósito de las “fisuras” del “texto metafísico”: “dos textos dos manos, dos miradas, dos escuchas”... “la relación entre los dos textos... no puede de ninguna manera darse a leer en la forma de la presencia, suponiendo que algo pueda darse a leer en esa forma” (pp. 256-7)). En cuanto a ese “doble registro en la práctica gramatológica” y su relación con la ciencia, cf. “Semiología y gramatología”(entrevista con Julia Kristeva) en Información sobre las ciencias socialesVII 3, 1968, particularmente, p. 148. [cf. supra] (N.D.L.R.).
[5] Sobre la posición y la puntualidadcf. “La palabra soplada” (hay traducción castellana, Calden, 1975, Argentina) en La escritura y la diferenciap. 292. Sobre la crítica de la puntualidad, cf. “La voz y el fenómeno” y “Ousia y grama” (N.D.L.R.) Yo añadiría: la firma está separada de sí misma.
[6] “La diferencia en general ya es contradicción en sí (Der Unterschied überhaupt ist schon der Widerspruch an sich”) 11,1 cg. 2 C). No dejándose subsumir más bajo la generalidad de la contradicción lógicala différance (proceso de diferenciación) permite tener una cuenta diferenciante de los modos heterogéneos de la conflictividad o, si se quiere, de las contradicciones. Si he hablado más a menudo de conflictos de fuerzas que de contradicción, ha sido en primer lugar por desconfianza crítica respecto al concepto hegeliano de contradicción (Widerspruch) que, además, como su nombre indica, está hecho para ser resuelto en el interior del discurso dialéctico, en la inmanencia de un concepto capaz de su propia exterioridad, y de tener su fuera-de-sí cerca-de-sí. Reducir la différance a la diferencia significa mantenerse muy por debajo de este debate. Cuya elipsis se acuña, por ejemplo, en esta fórmula: “Inscripción contradicción a releer” (“La diseminación, II, Critique262, p. 245, y en “La farmacia de Platón”, II, p. 49 [La diseminación, p. 182 y 403]. Así definido, lo “indecible”, que no es la contradicción en la forma hegeliana de la contradicción, sitúa, en un sentido rigurosamente freudiano, el inconsciente de la oposición filosófica, el inconsciente insensible a la contradicción en tanto en cuanto pertenece a la lógica de la palabra, del discurso, de la conciencia, de la presencia, de la verdad, etc.
[7] “La différance”, p. 60 (Márgenes..., p.21) Cf. también la discusión que siguió, en el Bulletin de la Société française de philosophie(N.D.L.R.).
[8] Sobre el carácter irreductiblemente conflictual de la différance y de la alteridad que en ella se inscribe, cf., entre muchos otros lugares, “La différance", p. 55. [Márgenes..., pp. 8, 21]. En cuanto a la relación con la dialéctica, cf., por ejemplo, “La escritura y la diferencia”, p364.
[9] Cf. La escritura y la diferencia, passim. “La différance”, pp. 59-60. “La mitología blanca”, passim[Márgenes..., pp. 11 y 247] (N.D.L.R.).
[10] Me regocijo tanto más cuanto que, parece (no obstante, no creo nada), que se pensaría lo contrario en otro lugar. No creo en nada, porque esto equivaldría a vigilar las renovaciones teóricas como la lluvia, o sea, a desear instaurar una temporada de los precios teóricos (lo que después de todo daría una idea de lo que valdrían la producción y la consumición en este dominio). Esto equivaldría, de hecho, a un desconocimiento vulgarmente empirista de la sistemática textual, de la necesidad, de las formas y del tiempo de su desarrollo.
[11] De la gramatología, p. 242 (N.D.L.R.).
[12] Entre numerosos lugares, cf. De la gramatología, toda la primera parte, passim (y, por ejemplo: “El Modelo enigmático de la línea es lo que la filosofía no podía ver mientras tenía los ojos abiertos sobre el interior de su propia historia. Esta noche se deshace un poco en el momento en que la linearidad -que no es ni la perdida ni la ausencia, sino la represión del pensamiento simbólico pluridimensional- afloja su opresión, porque comienza a esterilizar la economía técnica y científica que ha favorecido durante tanto tiempo. Desde hace tiempo, en efecto, su posibilidad ha sido estructuralrnente solidaria de la de economía, de la de técnica y de la de ideología. Esta solidaridad aparece en los procesos de atesoramiento, de capitalización, de sedentarización, de jerarquización, de la formación de la ideología por la clase de los que escriben o que más bien disponen de los escribas” (pp. 128-9) y “Ousia y grama”, particularmente in fine (“Una escritura que exceda todo lo que la historia de la metafísica ha comprendido en la línea, en su círculo, en su tiempo y en su espacio”) (N.D.L.R.).
[13] Sin embargo, es cierto que me intereso mucho en la historia de la filosofía en su “autonomía relativa”. Eso me parece indispensable: la crítica teórica también es un “discurso” (es su forma específica) y, si debe articularse rigurosamente sobre una práctica más general, hay que contar con la formación discursiva más poderosa, la más extendida, la más duradera, la más sistemática de nuestra “cultura”. Sólo con esta condición se evitará la improvisación empirista, los falsos descubrimientos, etc., y se dará un carácter sistemático a la; deconstrucción.
[14] Me permito remitir sobre este punto a “La mitología blanca”, Poétique 5p. 18 y “El pozo y la pirámide”, pp. 28-29, en Hegel y el pensamiento modernoP.U.F. [Márgenes..., pp. 275 y 82‑3].
[15] Cf., sobre todo, De la gramatologíap. 65 y ss., y “Semiología y gramatología”.
[16] Se me permitirá recordar aquí que el primer texto que he publicado concernía, en particular, al problema de la escritura como condición de la cientificidad (Introducción a El origen de la geometríade Husserl, P.U.F., 1962).
* cible: blanco en el sentido de diana.
[17] Desde la cita de un pasaje de Heidegger sobre Fallen y Verfall: “Ahora bien, ¿no es la oposición de lo originario y de lo derivadopropiamente metafísica? La exigencia de la “archi” en general, cualesquiera sean las precauciones con las que se envuelva este concepto, ¿no es acaso la operación esencial de la metafísica? Suponiendo que se le pueda sustraer, a pesar de fuertes conjeturas en contra, a toda otra proveniencia, ¿no hay al menos un platonismo en el Verfallen¿Por qué determinar como caída el paso de una temporalidad a la otra? ¿Y por qué calificar la temporalidad de auténtica -o propia (eigentlich) - y de inauténtica - o impropia - desde el momento en que toda preocupación ética ha sido suspendida? Se podrían multiplicar estas preguntas respecto al concepto de finitud, del punto de partida en la analítica existencial del Daseinjustificada por la enigmática proximidad a sí o la identidad consigo mismo del que pregunta, etc. Si hemos elegido interrogar la oposición que estructura el concepto de temporalidad es porque toda la analítica existencial nos reconduce a ella...” (“Ousia y grama”. Tiempo y presencia de la traducción castellana, pp. 97-8, Editorial Universitaria, Chile, 1971) (Márgenes..., pp. 73-4) (N.D.L.R.).
[18] Poétique 5pp. 2-8 [Márgenes..., pp. 251-7 ss.]. Y toda la puesta a punto de la nota en “La doble sesión” I, Tel Quel41 [La diseminación] (N.D.L.R.).
[19] “Ousia y grama, p. 99 ss. [Márgenes..., p. 75 ss] (N.D.L.R.).
[20] De los dos comunicados a los que remito aquí, éste (del que extraigo esta última cita) no es, a pesar de tantos contrasentidos e incertidumbres (a inscribir a título de escolaridad), el más insuficiente de los dos, me parece. Debo en honestidad reconocerlo y evitar la amalgama.
[21] Cf. “La différance”, p. 59 [Márgenes, p. 11].
[22] Un ejemplo: “Si la palabra ‘historia’ no llevara consigo el motivo de una represión final de la diferencia, podríamos decir que solamente unas diferencias pueden ser de entrada de juego y de parte a parte “históricas”. Lo que escribimos con el nombre de différance designará, pues, el movimiento de juegos, que “produce”, mediante lo que no es simplemente una actividad, esas diferencias, esos efectos de diferencia. Ello no quiere decir que la différance que produce estas diferencias sea anterior a ellas, en un presente simple e inmodificado en sí, in-diferente. La différance es el “origen” no pleno, no simple, el origen estructurado y diferente de las diferencias. De manera que el nombre de “origen” deja de ser conveniente para ella. [...] Si retenemos por lo menos el esquema, ya que no el contenido, de la exigencia formulada por Saussure, podemos designar por différance el movimiento según el cual la lengua o cualquier código, o todo sistema que nos remita a algo en general, se constituye “históricamente” como un tejido de diferencias. “Se constituye”, “se produce”, “se crea”, “movimiento”, “históricamente”, etc., tienen que entenderse más allá de la lengua metafísica dentro de la cual son tomados con todas sus implicaciones. Habría que mostrar por qué los conceptos de producción, así como los de constitución y de historia, permanecen, desde este punto de vista, cómplices de lo que ahora estamos atacando, pero ello me llevaría demasiado lejos -hacia la teoría de la representación del “círculo” en el cual parecemos estar encerrados-; no los voy a utilizar aquí, como tampoco voy a utilizar muchos otros conceptos más que por comodidad estratégica y para reducir la deconstrucción de su sistema en el punto que hoy en día es más decisivo”. Ibíd., pp. 59-60-1, [Márgenes..., pp. 12-3], cf. también, por ejemplo, “La doble sesión”, I. Tel Quel41, pp, 9-10 [La diseminación, pp. 235-6]. Sobre la disimetría de esta deconstrucción, cf., sobre todo, las notas 18 y 19.
[23] En mi improvisada respuesta había olvidado que la pregunta de Scarpetta nombraba también el historicismoPor supuesto que la crítica del historicismo bajo todas sus formas me parece indispensable. Esto es lo primero que he aprendido de esta crítica en Husserl (de La filosofía como ciencia rigurosa El origen de la geometríaesta crítica apunta siempre a Hegel, ya sea directamente, ya sea a través de Dilthey) que, que yo sepa, fue el primero en formularlos bajo ese nombre y desde el punto de vista de una exigencia teórica y científica (matemática sobre todo), me pareció que valía en su esquema argumental, incluso si en último análisis se apoya sobre una teleología histórica de la verdad a propósito de la cual hay que relanzar la cuestión. Esta se formularía así: ¿se puede criticar el historicismo en nombre de algo distinto que la verdad y la ciencia (valor de universalidad, omnitemporalidad, infinitud del valor, etc.); y qué pasa con la ciencia cuando se pone en duda el valor metafísico de verdadetcétera? ¿Cómo reinscribir los efectos de ciencia y verdad? Llamada sumaria para advertir que en el curso de nuestra entrevista el nombre de Nietzsche no ha sido pronunciado. ¿Por casualidad? Es para mí, como sabéis, una referencia muy importante, tanto sobre lo que hablamos en este momento preciso como sobre todo el resto. En fin, por supuesto que no se trata en ningún caso de levantar un discurso contra la verdad ni contra la ciencia (esto es imposible y absurdo, como cualquier acusación recalentada al respecto). Y cuando se analiza sistemáticamente el valor de verdad como homoiosis o adaequatio, como certidumbre del cogito (Descartes, Husserl), o como certidumbre opuesta a la verdad en el horizonte del saber absoluto (Fenomenología del espíritu) o, en fin, como aletheiadesvelamiento o presencia (repetición heideggeriana), no es por volver ingenuamente a un empirismo relativista o escéptico (cf., especialmente, De la gramatologíap. 232, “La différance”, Teoría de conjuntopp. 53-4 [Márgenes..., p. 7]. Repetiré, por lo tanto, dejando a esta proposición y a la forma de este verbo todos sus poderes diseminantes: la verdad es necesariaA los que (se) mistifican por tenerla fácilmente en la boca o en el ojal. Es la ley. Parafraseando a Freud, que lo dice del pene presente/ ausente (sin embargo, es la misma cosa) hay que reconocer en la verdad “el protocolo normal del fetiche”. ¿Cómo vivir sin él?
[24] Para resumir lo que la marca en el interior del campo deconstruido, citaré una vez más a Nietzsche: “Renunciemos a la noción de “sujeto” y de “objeto”, después a la de “substancia” y a continuación a la de sus diversas modificaciones, por ejemplo la “materia”, el “espíritu” y otros seres hipotéticos, a la eternidad y a la “inmutabilidad de la materia”. Remito también a sus Unzeitgemässe..., 2.
[25] Me permito recordar aquí que los textos a los que se refiere (en particular “La doble sesión”, “La diseminación”, “La mitología blanca”, pero también “La farmacia de Platón” y algunos otros) se sitúan expresamente por relación a Bataille, proponen también explícitamente una lectura de Bataille.
[26] A este propósito, y particularmente sobre las paradojas de la disimetría y de la alteridad, cf., por ejemplo, “Violencia y metafísica”, en La escritura y la diferencia.
[27] Ni constituir la heterogeneidad de la “materia” en trascendencia, ya sea la de la Ley, del Gran Objeto Exterior (severidad constituyente y consoladora de la instancia paternal) o la del Elemento (manso y/o cruel) de la madre (ver lo que dice Freud de la conocida relación madre/materia en un pasaje donde se pone también en evidencia lo que, atravesándola, no se reduce a la variación de significantes lingüísticosverbales, Introducción al psicoanálisistr. castellana, Alianza íd. p. 171, cf. también el final de “Freud y la escena de la escritura”). Eso no implica que la materia no tenga ninguna relación necesaria con esas insistencias, pero es una relación de concatenación escrita, un juego de substituciones de marcas diferenciales que la devuelven también a la escritura, al resto, a la muerte, al falo, al excremento, al niño, al semen, etc., por lo menos a lo que de todo eso no se deja determinar. Y requiere, por lo tanto, que no se haga ni una nueva determinación esencial del ser y del ente, el centro de una nueva ontología, ni un nuevo ejemplo de palabras-clave, a las que Marx, por ejemplo, criticó definitivamente en la Ideología alemana(Coedición Pueblos Unidos-Grijalbo).
[28] Tel Quel, 41, pp. 6 y 35. [La diseminación, pp. 203-9 y 253].
[29] Además de los análisis de Benveniste que he citado en “La doble sesión”, me han guiado también sobre este terreno los trabajos y la enseñanza de H. Wismann y de J. Bollack.
En el curso de un seminario de la Escuela normal, he tratado de interrogar desde este punto de vista el texto del Timeo y la noción tan problemática de la cora.
[30] Cf. “La mitología blanca”, particularmente, p. 5 [Márgenes..., p255].
[31] Durante la re-lectura de este pasaje de nuestra entrevista me doy cuenta que al precisar “y no solamente lingüísticas” (eso no es más que una llamada sobre lo que he insistido sin descanso), respondo, en principio, al conjunto de vuestra pregunta, que presuponía explícitamente que las diferencias eran “diferencias lingüísticas , tipos de significante lingüístico”.
Preciso, además, que el espaciamiento es un concepto que conlleva también, aunque no solamente, una significación de fuerza productiva, positiva, generatriz. Como diseminacióncomo différanceconlleva un motivo genéticono es sólo el intervalo, el espacio constituido entre dos (lo que quiere decir también espaciamiento en sentido habitual), sino el espaciamientola operación o, en todo caso, el movimiento de la división. Este movimiento es inseparable de la temporización-temporalización (cf. “La différance”) y de la différance, de los conflictos de fuerzas implicadas. Marca lo que aparta de sí, interrumpe toda identidad a sí, toda reunión puntual sobre sí, toda homogeneidad a sí, toda interioridad a sí. (Cf. “La voz y el fenómeno”, p. 96). Esto es por lo que veía mal -y veo mal todavía- cómo y por qué descartaba, digamos para adelantar, el motivo del eteronCiertamente, estos dos motivos no se recubren en absoluto, pero ningún concepto recubre a otro, ésta es la ley del espaciamiento. Naturalmente, si yo no hubiera hecho más que repetir la única palabra espaciamientosin fin, tendríais plenamente razón. Pero mi insistencia sobre el otro y algunos otros no ha sido menor. Espaciamiento significa también, precisamente, la imposibilidad de reducir la cadena a uno de sus eslabones o de privilegiar uno de ellos -u otro-. En fin, debo recordar que la différance no (es), sobre todo, una substancia, una esencia, una causa, etc., que pueda dar lugar a cualquier “derivado fenoménico”.
[32] Cf., por ejemplo, De la gramatologíach. I (“El programa”“El significante y la verdad”“El ser escrito”), especialmente, p. 32, n. 9; “Semiología y gramatología”, “La doble sesión”, II, [La diseminación, p. 284] (N.D.L.R.).
[33] Su pregunta sobre “lo que Lacan llama lo simbólico” me invita a una respuesta de conjunto, a una explicación de principio, si no, ya que no es éste el lugar, a una explicación detallada. Habiendo aceptado en un principio la ley y el modo de la entrevista ya no me ocultaré más. Sé, por otra parte, que ciertos de mis amigos, por razones a veces contradictorias, han lamentado mi neutralidad al respecto. Por tanto, diré esquemáticamente:
En los textos que he publicado hasta hoy, la ausencia de referencias a Lacan es, en efecto, casi total. Esto no se justifica sólo por las agresiones formales con miras a una reapropiación que, desde la aparición de De la gramatología en Critique (1965) (e incluso antes, se me dice) Lacan ha multiplicado, directa o indirectamente, en privado o en público, en sus seminarios y, desde esa fecha, como pude constatar yo mismo en su lectura, en casi todos sus escritos. Tales movimientos respondían cada vez al esquema argumental precisamente analizado por Freud (Traumdeutung) y del que demostré (Gramatología, “Farmacia de Platón”, “El pozo y la pirámide”), que informaba siempre el proceso tradicionalmente incoado a la escritura. Este es el argumento llamado del “caldero”, que acumula, para las necesidades de una causa, asertos incompatibles (1. Devaluación y deyección: “eso no vale nada” o “no estoy de acuerdo”. 2. Valorización y reapropiación: “por otra parte, eso me pertenece y lo he dicho siempre”). Esta crispación del discurso -que he lamentado- no era insignificante y requería, también, una escucha silenciosa. Quizá no la hubiera afrontado si no me hubiera sentido, por añadidura, autorizado por razones de naturaleza histórico-teórica (ésta es la diferencia con el caso menor del que hablábamos más arriba).
Dicho sea de paso.
En el momento de mis primeras publicaciones, los Escritos de Lacan no habían sido todavía publicados. En la época de De la gramatologíay de “Freud y la escena de la escritura”, no había leído más que “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” y “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón después de Freud” (citado en “La palabra soplada”). Seguro de la importancia de esta problemática en el campo del psicoanálisis, descubrí también en ella cierto número de motivos mayores que la retenían más acá de las cuestiones críticas que yo estaba en vías de formular, y en ese campo logocéntrico, y hasta fonologista, que acometía la tarea de delimitar y solicitar. Estos motivos, entre otros, eran los siguientes:
1.º Un telos de la “palabra plena” en su ligazón esencial (y a veces efectos de identificación incantatoria) con la Verdad. Aquí hay que releer en toda la amplitud de sus resonancias el capítulo sobre “Palabra vacía y palabra plena en la realización psicoanalítica del sujeto”: “Seamos categóricos, no se trata en la anamnesia psicoanalítica de realidad, sino de verdad, porque en esto consiste el efecto de una palabra plena, reordenar las contingencias pasadas, dándoles el sentido de las necesidades por venir, tal como las constituye el poco de libertad en que el sujeto las hace presentes”. (p. 256), “el nacimiento de la verdad en la palabra”, “la verdad de esta revelación” en “La palabra presente” (ibíd.) y tantas otras proposiciones de este tipo. A pesar de abundantes variaciones elípticas y rapsódicas, nunca he encontrado después cuestionamientos rigurosos sobre este valor de verdad y su lugar histórico y arquitectónico más pertinente.
Ahora bien, este cuestionamiento crítico, precisamente en el punto en que concierne a la ligazón de la palabra plena, de la verdad y de la presencia (cf., entre otros lugares, De la gramatologíap. 18), es lo que yo practicaba entonces explícitamente.
2.º Bajo el título de vuelta a Freud, un recurso masivo de la conceptualidad hegeliana (más concretamente de la Fenomenología del espírituen el estilo de la época y sin articulación al sistema de la Lógica ni a la “semiología” hegeliana) y de la conceptualidad heideggeriana (en cuanto a la aletheiaprecisamente, definida siempre como “revelación”, “velamiento/desvelamiento”; en cuanto a la presencia y al ser del ente, en cuanto al Dasein convertido en sujeto! (p. 318). Sería el último en considerar esto como una regresión en sísin embargo, la ausencia de toda explicación teórica y sistemática en cuanto al status de estas importaciones (y de algunas otras) me parecía por momentos depender, digamos, de esas facilidades filosóficas condenadas al final de “La instancia de la letra en el inconveniente”, y, en eco a Freud, en Sicilicet I.Declarar más tarde que los préstamos también motores de la Fenomenología del espíritu eran “didácticos”, o que el vocabulario, tan frecuentemente evocado, de la fenomenología transcendental y del idealismo husserliano (“intersubjetividad”, por ejemplo) debía recibirse con una “esponja”, regular tales problemas en una frase me parecía una ligereza.
Ahora bien, en la enseñanza y en lo que publicaba entonces, interrogaba explícitamente, desde el punto de vista crítico que conocéis, la sistemática textual de Hegel, de Husserl y de Heidegger. Midiendo el retorcido alcance de su trayectoria comprendía que no se les podía acomodar fácilmente. A Freud tampoco.
3.º Una referencia alegre a la autoridad de la fonología y más concretamente de la Lingüística saussuriana. Este es el trabajo más específico de Lacan: partir del signo y sobre el signo saussuriano. Con las implicaciones y las consecuencias que usted sabe, se conduce así la escritura al sistema del oírse-hablar, a ese punto de la auto afección idealizante donde se interioriza, realzada por la voz, le responde, se presenta, se fonetiza, siendo “siempre... fonemática, y fonética, desde el momento en que se lee” (Escritos, p. 470).
Ahora bien, yo estaba en vías de elaborar una batería de cuestiones críticas a este respecto, comprendidas las que se refieren a los efectos del fonologismo en el campo psicoanalítico y a la complejidad de la ciencia freudiana a este propósito (“Freud y la escena de la escritura”).
4.º Una atención a la letra y al escrito según Freud, ciertamente, pero sin ninguna interrogación específica en cuanto al concepto de escritura y a los conflictos que habría entonces que descifrar. Volveré en un instante sobre el problema decisivo de la “literatura”.
Paso sobre las connotaciones del discurso y sobre numerosos indicios de una reinstalación del “significante” y del psicoanálisis en general en una nueva metafísica (cualquiera que sea el interés que conserve en cuanto tal por otra parte) y en el espacio que determinaba yo entonces bajo el nombre de logocentrismo, y singularmente de fonologismo. Paso también sobre numerosos rasgos que me parecen, compleja y a veces contradictoriamente, anclar la empresa lacaniana en los fondos filosóficos de la post-guerra (habría mucho que releer desde este punto de vista. Seguid también las palabras “ser”, “auténtico”, “verdadero”, “pleno”). Sería absurdo ver ahí una limitación contingente o personal y, una vez más, la necesidad histórica es incontestable. Simplemente, en la época de la que hablo, yo percibía -y algunos conmigo- otras urgencias. Paso, en fin, sobre la retórica el “estilo” de Lacan: sus efectos, a veces remarcables, a veces también (por relación a una cierta vanguardia y un cierto “programa” de la época) anacrónicos (no digo intempestivos), me parecían dirigidos por el retraso de una escena, lo que les confería, no lo dudo tampoco, una cierta necesidad (designo lo que podría contenernos a tratar en cierta manera con la institución psicoanalítica constituida: este es el argumento de Lacan). Con relación a las dificultades teóricas que me interesaban, yo leía sobre todo un arte de esquiva. La vivacidad de la elipsis me parecía que servía muy a menudo para evitar o para envolver diversos problemas (el ejemplo más significativo me ha sido dado, después, en la bonita finta “homonímica”, que permite ahogar la dificultad histórico-teórica en cuanto a la determinación de la verdad como adaequatio rei et intellectustal como gobierna todo el discurso sobre “La cosa freudiana” (pp. 420-434) y de la que se preguntará, a falta de explicación, mediante qué régimen cohabita con la verdad como revelación -es decir, presencia- que organiza todos los Escritos).Reconozco que eso supone tanta más lucidez en la determinación de las dificultades y de los peligrosSe trata incluso, quizá, de un momento necesario en la preparación de una nueva problemática: siempre que la esquiva no especule demasiado y no se deje captar por la representación fastuosa del desfile y de la parada.
Incluso si están lejos de agotar el trabajo de Lacan, de lo que estoy persuadido, estas reservas eran bastante importantes para que yo no buscase referencia en forma de garantía, en presencia de un discurso tan diferente, sobre estos puntos nodales, y en su modo de elocución, su lugar, sus miras, sus presupuestos, de los textos que yo proponía. Tales referencias habrían tenido por resultado aumentar el embrollo en un campo que se ofrecía a ello. Corrían también el riesgo de comprometer la posibilidad de un ayuntamiento riguroso que quedaba quizá por construir.
¿Había entonces, por el contrario, que declarar de entrada un desacuerdo y entablar un debate explícito? Aparte que el calco de ese debate me parecía publicado en sus premisas (disponible para quien quisiera leerlo y hacerse cargo), tal declaración no me parecía oportuna, en aquel entonces, por, varias razones.
1.º Habiéndose publicado el conjunto de los Escritos en el intérvalo, yo no sólo tenía que tomar conocimiento, sino enfrascarme, dado lo que acabo de decir de la retórica lacaniana, en un trabajo que se anunciaba desproporcionado por relación a lo que mis primeras lecturas me permitían esperar (yo leo mientras escribo: lentamente, encontrando placer en prefaciar extensamente cada término). Esta no es una razón, ciertamente, para renunciar -mal podía haberla anticipado-, pero sí quizá para preferir responder durante un tiempo (hablo aquí de un lapso bastante corto, tres o cuatro años) a búsquedas que consideraba más urgentes y en cualquier caso, desde mi punto de vista, previas.
2.º Si tenía objeciones que formular (sin embargo, el debate no reviste forzosamente la forma del desacuerdo, puede dar lugar a una desimplicación, a un desplazamiento más complejos), sabía ya que no tenían nada en común con las que estaban en curso en aquel momento. También aquí tenía que evitar la confusión y no hacer nada para limitar la propagación de un discurso cuyos efectos críticos me parecían, a pesar de lo que acabo de recordar, necesarios en el interior de todo un campo (esta es la razón por la que, lo confirmo de paso, he hecho todo lo que de mí dependía para que la enseñanza de Lacan en la Escuela normal no se interrumpiera). Remito aquí a lo que he dicho en otro lugar de la insistencia, de la separación y de las desigualdades de desarrollo.
3.º En este intérvalo, juzgué que la mejor contribución o “explicación” teórica consistía en proseguir mi trabajo, según sus vías y sus exigencias específicas, aunque este trabajo deba o no deba, según ciertos ejes, aproximarse al de Lacan o incluso, no lo excluyo de ningún modo, más que cualquier otro hoy día.
¿Y después?, después, he releído esos dos textos y he leído otros, casi todos, creo, en el interior de los EscritosEn estos últimos meses, sobre todo. Mi primera lectura ha sido, en lo esencial, ampliamente confirmada. En particular, para volver sobre un punto del que reconocerán su importancia capital, en lo que se refiere a la identificación de la verdad (como desvelamiento) y de la palabra (del logos). La verdad -separada del saber- está constantemente determinada como revelación, no-velamiento, es decir, necesariamente como presencia, presentación del presente, “ser del ente” (Anwesenheit) o, de una manera todavía más literalmente heideggeriana, como unidad del velamiento y del desvelamiento. La referencia al resultado del recorrido heideggeriano aparece a menudo explícita bajo esta forma (“la ambigüedad radical que indica Heidegger en tanto en cuanto verdad significa revelación”, p. 166, “esta pasión de desvelar que tiene un objeto: la verdad”, p. 193, etc.). Que el significado último de esta palabra o de este logos esté planteado como una carencia (no-ente, ausente, etc.), eso no cambia nada ese continuum y sigue siendo, por otra parte, estrictamente heideggeriano. Y si es necesario recordar que no hay, en efecto, metalenguaje (diré más bien que no hay fuera-textoque no hay nada fuera de cierto ángulo de la remarca, Gramatologíap. 227, passim), no hay que olvidar que la metafísica y la onto-teología más clásicas pueden muy bien acomodarse ahí, sobré todo cuando esta proposición toma la forma de “Yo, la verdad, hablo” o “Es lo mismo por lo que el inconsciente que dice la verdad sobre la verdad, está estructurado como un lenguaje...” (pp. 867-8). Sobre todo, no diré que eso sea falsoRepito solamente que las cuestiones que he planteado conducen sobre la necesidad y los presupuestos de ese continuun.
Por otra parte, me he interesado mucho en el “Seminario sobre La carta robada”. Admirable recorrido, lo digo sin convicción, pero que me parece que para estar compelido a encontrar la “ilustración” de una “verdad” (p. 12), desconoce la cartael funcionamiento o el ficcionamiento del texto de Poe, de éste y de su encadenamiento a otros, digamos el cuadrado de una escena de escritura que ahí se juega. A este cuadrado, a su cifra que no iguala ni desvela ninguna verdad parlante, el discurso de Lacan, ni más ni menos que cualquier otro, no está por otra parte totalmente cerrado. Está es la heterogeneidad que decía al principio. La cuestión no está en dar signos, estar abierto o cerrado, hablar poco o mucho, sino en saber cómo y hasta donde administrar la escena y la cadena de las consecuencias. Lectura profundamente tradicional, por lo tanto, del texto de Poe, a fin de cuentas hermenéutica (semántica) y formalista (según el esquema crítico en “La doble sesión” y que hemos resumido más arriba): eso es lo que trataré de demostrar, aunque no lo pueda hacer aquí, mediante el análisis paciente de los dos textos, y que colocaré, cuando tenga tiempo, en un trabajo en preparación. Sin duda productivo desde otros puntos de vista, este desconocimiento me pareció sistemáticamente determinado por los límites que acabo de evocar bajo el título de logocentrismo (logos, palabra plena, “palabra verdadera”, verdad como oposición velo/no-velo, etc.). Quizá no es esencialmente el desconocimiento de lo “literario” (aunque ese sea, a mi parecer, como usted sabe, un test fecundo, en particular en el desciframiento del discurso lacaniano) y no se trata aquí, una vez más, de preservar a la literatura de los atentados del psicoanálisis. Incluso diré lo contrario. Se trata (forma verbal a interrogar) de cierto giro de la escritura que se indica en efecto a menudo bajo el nombre de “literatura” o de “arte”, pero que no puede definirse más que después de una deconstrucción general que resiste a (o a lo que resiste) no ya al psicoanálisis en general (más bien al contrario), sino a una cierta capacidad, una cierta pertinencia determinada de los conceptos psicoanalíticos a los que se mide, a una cierta etapa de su desarrollo. Desde este punto de vista, ciertos textos “literarios” tienen una capacidad “analítica” y deconstructora más fuerte que ciertos discursos psicoanalíticos que aplicansu aparato teórico, tal estado de su aparato teórico, con sus aperturas, pero también con sus presupuestos, en un momento dado de su elaboración. Tal sería la relación entre el aparato teórico que sostiene el “Seminario sobre La carta robada” (usted sabe el lugar maestro que le confiere Lacan al comienzo de los Escritos), El texto de Poe, y, sin duda, algunos otros.
Esto es todo por hoy. Confío esta nota a los diversos movimientos cuyo programa es poco más o menos que desconocido.
[34] ¿No he indicado aquí el principio de una respuesta -según lo que han llamado hace un instante una cierta estrellaa su última pregunta?'
Preciso también, en una palabra, que, salvo admitirlo que figura así la diseminación, estaríamos obligados a hacer de lo “simbólico” y de la tripartización imaginario/simbólico/real lo inmodificable de una estructura transcendental u ontológica (cf. a este respecto De la gramatología, p. 90).
Estas cuestiones relativas al psicoanálisis son de hecho y de derecho indisociables -los psicoanalistas lo dicen a menudo- de la “experiencia” y de la “práctica” analíticas, y, por lo tanto, también -los psicoanalistas raramente insisten sobre ello- de las condiciones históricas, políticas y económicas de esta práctica. En cuanto a algún “nódulo” de la “situación analítica”, ningún protocolo me parecía aquí intangible, adquirido, irreversiblemente dado como garantía para la “ciencia”. Y la condena del psicoanálisis americano, tan justificada como esté, no debe ser una distracción bastante eficaz. Esta cuestión es muy compleja; sin embargo, será sometida en sus datos a una ineluctable transformación histórica.
[35] “La diseminación I”, (“El corte”, Critique 261, p. 111). (La diseminación, p. 336).
[36] “La doble sesión”, particularmente, 11, p. 26 (La diseminación, p. 293 ).
[37] “El ‘sujeto’ de la escritura no existe si se entiende por ello alguna soledad soberana del escritor. El sujeto de la escritura es un sistema de relaciones entre las capas: del bloque mágico, de lo psíquico, de la sociedad, del mundo. En el interior de esta escena, la simplicidad puntual del sujeto clásico desaparece”. (“Freud y la escena de la escritura”, en La escritura y la diferencia, p. 335) (N.D.L.R.).
[38] Discusión publicada en el Bulletín de la société française de philosophie (enero de 1968).
[39] “Ahora bien, sabemos que esos intercambios sólo pasan por la lengua y por el texto, en el sentido infraestructural que reconocemos ahora a esta palabra”. (De la gramatologíap. 234) (N.D.L.R.).
[40] Sobre la critica de la idea filosófica de región y la oposición ontológica de regional y de no-regionalcf. De la gramatología, p. 35 (N.D.L.R.).

domingo, 25 de agosto de 2019

DEL ESPÍRITU. HEIDEGGER Y LA PREGUNTA (Parte 9) JACQUES DERRIDA Traducción de Manuel Arranz (modificada por Horacio Potel). Edición digital de Derrida en castellano.


IX

¿Qué es el espíritu?
Todo parece suceder como si, desde 1933, fecha en la que, retirando por fin las comillas, comienza a hablar del espíritu y en nombre del espírituHeidegger no hubiera dejado nunca de interrogar al ser del Geist.
¿Qué es el espíritu? Última respuesta, en 1953: el fuego, la llama, el abrasamiento, la conflagración.
Veinte años más tarde por tanto, ¡y qué años!
Pero vamos a hablar ahora del «año» (Jahr), y precisamente para aproximarnos a lo que ese «más tarde» significa a veces. Aquello que viene muy tarde, lo más tarde, puede también aproximarse a un origen, para regresar [revenir] más bien al origen anterior al origen, mucho antes incluso que el comienzo.
El Gespräch con Trakl,[lxxxvi] ese coloquio del Denker y del Dichteracuña la respuesta. Entre el pensador y el poeta, el Gespräch no significa la entrevista, como se traduce a veces, ni el diálogo, ni el intercambio, ni la discusión, y todavía menos la comunicación. El habla de los dos que están hablando, la lengua que habla entre ellos se divide y se reúne según una ley, un modo, un régimen, un género que sólo pueden nombrarse con aquello mismo que se dice en ellos, a través de la lengua [langue] o del habla [parole] de ese GesprächLa lengua [langue] habla en el habla [parole]. Habla de sí misma, se refiere a sí misma diferiéndose [se différant]. Aquí no leeremos un Gespräch entre Heidegger y Trakl a propósito del espíritu. El Gespräch sólo será definido como un modo determinado del habla [parole] desde lo que se dice del espíritu, de la esencia del Geist tal y como se reparte y se reúne en la conflagración.
¿Qué es el espíritu?
La respuesta se inscribe en sentencias que traducen determinados enunciados poéticos de Trakl, en una forma que llamaríamos ontológica, si la ontología fuera todavía el régimen dominante de estos textos.
«Doch was ist der Geist?», pregunta en efecto Heidegger. ¿Qué es el espíritu? Respuesta: «Der Geist ist das Flammende...» (p. 59).Más adelante, «Der Geist ist Flamme» (p. 62).
¿Cómo traducir? ¿El espíritu es aquello que inflama? ¿O más bien aquello que se inflama, incendiando, incendiándose? El espíritu es llama. Una llama que inflama o que se inflama: las dos a la vez, una y otra. Conflagración de las dos en la conflagración misma.
Tratemos de aproximar nuestra lengua a ese abrasamiento. Abrasamiento del espírituen ese doble genitivo por el cual el espíritu afecta, se afecta y se encuentra afectado por el fuego. El espíritu toma el fuego y da el fuego, digamos que el espíritu in-flamaen una o dos palabras, verbo y substantivo a la vez. Aquello que se toma y se da a la vez, es el fuego. El fuego del espíritu. No olvidemos lo que dijimos antes y que repetimos una vez más: el espíritu da el alma (psyché) y no la entrega únicamente en la muerte.
El espíritu in-flama¿cómo entender esto? No ya: ¿qué quiere decir esto? Sino ¿cómo suena esto, cómo resuena? ¿Qué hay de la consonancia, del canto, de la alabanza y del himno en ese Gespräch con un poeta? Y para plantear esta cuestión, tal vez haya que pensar lo mismo, lo mismo que aquellos de los que Heidegger dice «su canto es el decir poético» (Ihr Singen ist das Dichten). A lo que añade, volviendo a lanzar la pregunta: ¿cómo? ¿cuándo? ¿Qué quiere decir eso del decir poético? ¿A qué llamamos con ese nombre? ¿Qué es lo que (se) llama así? «Inwiefern? Was heisst Dichten?» [lxxxvii]
En ese Gesprächno se determinará si el pensador habla en su nombre o en correspondencia con Trakl. Frente a tales enunciados, no se determinará si las comillas, visibles o invisibles, incluso las marcas todavía más sutiles, deben interrumpir la asignación de una simpleresponsabilidad. Para determinarlo, habría que hacer preceder una tal asignación de una larga meditación sobre lo que Heidegger dice, comenzando por el habla doble y doblemente dirigida, el Gespräch y la Zwiesprache entre el pensador y el poeta. Habría además que meditar la diferencia, aunque también la reciprocidad (Wechselbezug) entre el Erörterung (la situación, el pensamiento del lugar, Orty el Erläuterung (la lectura dilucidadora, la «explicación») de un Gedichtla diferencia entre el Gedicht y los Dichtungen, etc. Por lo mismo que no puedo traducir estas palabras sin largos protocolos, debería, por falta de tiempo, atenerme a esta afirmación general, para mí indiscutible: los enunciados como los que acabo de citar y de traducir por el espíritu in-flama son, evidentemente, enunciados de Heidegger. No los suyos, productos del sujeto Martin Heidegger, sino enunciados que él suscribe, sin aparentemente la menor reticencia. Por una parte, los opone a todo aquello a lo que está en trance de oponerse, y que forma un contexto suficientemente determinante. Por otra parte, los sustenta en un discurso del que lo menos que se puede decir es que no contiene ni la más mínima sombra de reserva. No sería pertinente, por tanto, reducir estos enunciados de forma ontológica a «comentarios». Nada es más ajeno a Heidegger que el comentario en su sentido habitual, suponiendo que esta palabra tenga algún otro sentido cuyo concepto pudiera aspirar a algún rigor. No hay duda de que los enunciados heideggerianos se dejan aquí llevar, conducir, iniciar por los versos de Trakl que, sin embargo, parecen a su vez preceder, atraer, guiar. Actuar incluso. Pero es de la ida y la vuelta, de acuerdo con este doble movimiento (ducere/agere), de esta doble orientación, de lo que habla precisamente el GesprächEl año, el espíritu, el fuego, todo será lo mismo, un regreso de ida y vuelta [un revenir de l’allée-venue]. Sin embargo, trataremos, hasta cierto punto y a título provisionalde discernir lo que pertenece [ce qui revient] a Heidegger. Lo que dice de la llama y del espíritu se inicia, sin duda, con los versos de Trakl. Versos que Heidegger aísla y escoge de manera discreta, pero activa. El espíritu y la llama se alían, por ejemplo, en el último poema, Grodekque nombra «Die heisse Flamme des Geistes», «la llama ardiente del espíritu», o en el comienzo del poema An Luzifer: «Dem Geist leih define Flamme, glühende Schwermut». «Presta tu alma al espíritu, ardiente melancolía».
La cuestión que hay que tener presente, a partir de este momento, no consiste en saber quién dice «el espíritu-inflama» -lo dicen los dos, cada uno a su manera-, sino en reconocer lo que Heidegger, por su parte, dice del espíritu para situar ese habla, explicarla y reconducirla a su lugar -si es que tiene alguno que le pertenezca en propiedad.
El Geist del que habla Trakl como poeta, esta vez Heidegger no piensa deconstruir su sentido ni reinscribirlo en la metafísica, ni siquiera en la teología cristiana. Pretende mostrar, por el contrario, que el Gedicht de Trakl (su obra poética, si no sus poemas) no sólo ha franqueado [franchi] los límites de la onto-teología: nos da a pensar un salto [franchissement] que es a la vez una liberación [affranchissement]. Todavía equívoca en Hölderlin, como acabamos de ver, esta liberación [affranchissement] es unívoca en Trakl. Por lo demás, nunca Heidegger ha tratado de salvar la univocidad poética como lo hace en el pasaje de este texto que me limitaré a citar: «El extraordinario rigor, en esencia plural, del habla de Trakl es, en un sentido más alto, tan unívoco (eindeutig) que permanece infinitamente superior a toda exactitud técnica de los meros conceptos unívocos de la ciencia».[lxxxviii]
Esta Erörterung del Gedicht de Trakl es, a mi juicio, uno de los textos más ricos de Heidegger: sutil, sobredeterminado, más intraducible que nunca. Y, por supuesto, de los más problemáticos. Con una violencia que no puedo ni disimular ni asumir, debería convocar al espectro que responde a los nombres y a los atributos del espíritu (Geist, geistig, geistlich). Pero como, por otra parte, continúo estudiando este texto, espero poder un día, con una paciencia más conveniente y con mayor detenimiento de lo que el espacio de una conferencia me permite hacer hoy día, hacerle justicia analizando a la vez su gesto, su modo o su estatuto (si es que tiene alguno), su relación con el discurso filosófico y con la hermenéutica o la poética; pero además lo que dice del Geschlechtde la palabra Geschlechtlo que dice del lugar (Ort) y lo que dice de la animalidad. De momento, me limitaré a exponer el pasaje del espíritu.
Heidegger parece confiar, en principio, en la palabra geistlich que encuentra en Verklärter Herbst, Otoño transfigurado. En el momento de este encuentro no fortuito, y desde las primeras páginas, ya están tomadas las decisiones determinantes. Estas decisiones tienen su fundamento en el idioma alto-alemán. Todo parece abrirse, en ese Gesprächy dejarse guiar por la interpretación de un verso de Frühling der Seele (Primavera del Alma):

Es ist die Seele ein Fremdes auf Erden.

Sí, el alma es sobre la tierra una cosa extranjera... [étrangère]

Heidegger descalifica inmediatamente toda interpretación «platónica». Que el alma sea una «cosa extranjera [étrangère]», esto no significa que debamos tenerla por prisionera, exilada, caída aquí abajo en la tierra, despojada, en un cuerpo condenado a la corrupción (Verwesen), de aquello que carece de ser y que realmente no es. Heidegger nos propone así un cambio de sentido en la interpretación. Este cambio de sentido está dirigido contra el platonismo, llegando a invertir, precisamente, el sentido mismola dirección o la orientación en el movimiento del alma. Esta inversión del sentido -y del sentido del sentido- pasa en principio por la atención a lo que dice la lengua. De la lengua alemana, Heidegger repatriará, en principio, la palabra fremdreconduciéndola hacia su origen «althochdeutsch», fram, que, dice él, «significa propiamente» (bedeutet eigentlich): estar en camino hacia otra parte (unterwegs nach) y hacia adelante (anderswohin vorwärts), con el sentido de destino (Bestimmung) más que con el de errancia. Y deduce que, lejos de estar exilada sobre la tierra como una extranjera despojada, el alma se encuentra en camino hacia la tierra: Die Seele sucht die Erde erst, flieht sie nicht, el alma busca la tierra primeramente, no huye de ella.[lxxxix] El alma es extranjera porque no habita todavía la tierra -un poco como la palabra «fremd» es extranjera porque su significado no habita todavía, o ha dejado ya de habitar, su lugar propio «althochdeutsch».
Desde ese momento, por una de esas metonimias que hacen los milagros del camino, Heidegger asigna al alma (ein Fremdes de otropoema, Sebastian im Traumel declive al que llama un tordo. Después distingue este declive (Untergang) de cualquier catástrofe o de cualquier desaparición en el VerfallAhora bien, la palabra «espiritual» (geistlich) pertenece a la misma estrofa que el verso « Sí, el alma es sobre la tierra una cosa extranjera »:

... Geistlich dämmert
Bläue über dem verhauenen Wald...

Es por tanto geistlichespiritualmente, como el azul azulado del cielo deviene crepuscular (dämmert). Esta palabra, geistlichaparece a menudo en la obra de Trakl. Heidegger declara entonces que habrá que pensar en ella. Y éste será, en efecto, uno de los hilos maestros, si no el más visible, de este trenzado. El azul deviene crepuscular «espiritualmente», geistlichAhora bien, este devenir-crepuscular, esta Dämmerungque no significa un ocaso (Untergang) ni una occidentalización, es de una naturaleza esencial (wesentlichen Wesens). ¿Cómo demostrarlo, según Heidegger? Pues bien, con otro poema de Trakl, precisamente titulado Geistliche Dämmerungcuyo último verso dice la «noche espiritual» (die geistliche Nacht). A partir de ese crepúsculo o de esa noche espiritual, se determinará la espiritualidad del año (das Geistliche der Jahre) de la que habla otro poema, Unterwegs¿Qué es el año? El año, das Jahres una palabra de origen indoeuropeo. Nos recuerda la marcha (ier, ienai, gehen), en tanto que traduce el trayecto o el curso del sol. Es por tanto esa Gehenese recorrido del día o del año, mañana o tarde, aurora u ocaso (Gehen, Aufgang, Untergang) lo que Trakl determina en ese poema con la palabra de das GeistlicheEl crepúsculo o la noche, en tanto que geistlichno significa la negatividad de un ocaso sino aquello que da hospitalidad al año y oculta el curso del sol.[xc]Espiritual es el paso del año, la ida y vuelta revolucionaria de aquello mismo que pasa (geht).
Este recorrido espiritual permitiría interpretar la descomposición o la corrupción (Verwesen) de la forma humana de la que habla Siebengesang des Todes (O des Menschen verweste Gestalt). Pero guía también, y por la misma razón, la interpretación de este segundo golpe (Schlag) que afecta al Geschlechtes decir, a la vez la estirpe humana y la diferencia sexual. Este segundo golpe transforma la dualidad simple de la diferencia (Zwiefache) imprimiéndole la disensión agonística (Zwietracht). No se trata aquí de una historia del espíritu, en el sentido hegeliano o neo-hegeliano, sino de una espiritualidad del año: aquello que pasa (geht, gehen, ienai, Jahr) pero que pasa regresando[revenant] más bien hacia la mañana, hacia lo más temprano. Precipitando inmoderadamente una cierta formalización, digamos que el discurso de Heidegger, a fin de cuentas, vendría [reviendrait] a mostrar que la mañana y la noche de esta espiritualidad son más originales, en el Gedicht de Trakl así entendido, que el salir y el ponerse del sol, el Oriente y el Occidente, el origen y la decadencia corrientes en la interpretación dominante, es decir, metafísico-cristiana. Esa mañana y esa noche serían más originales que cualquier historia onto-teológica, cualquier historia y cualquier espiritualidad aprendidas en un mundo metafísico-platónico o cristiano.
¿Qué significa entonces este suplemento de originariedad? ¿Tiene el menor contenido determinable? Ésta podría ser una de las formas de la pregunta hacia la que nos encaminamos. Pero también una primera señal de lo que precede o excede al preguntar mismo.
El Geschlecht es caída [déchu] (verfallene). Su decadencia [déchéance] no sería ni platónica ni cristiana. Es caída porque ha perdido su certero golpe (den rechten Schlag). Se encontraría así en camino hacia el certero golpe de esa diferencia simple, hacia la serenidad de una dualidad simple (die Sanftmut einer einfältigen Zwiefalt) para liberar la dualidad (Zwiefache) de la disensión (Zwietracht). Es en camino, el camino de un retorno hacia ese certero golpe, como el alma resulta una cosa extraña [étrangère] (ein Fremdes), un extraño [étranger] (Fremdling).
¿Quién es este extraño [étranger]? Heidegger sigue sus pasos en el poema de Trakl. El extraño, [étranger] el otro (ener «en la lengua arcaica») [xci] aquel (Jener), allá lejos, aquel de la otra orilla, es aquel que se pierde en la noche del crepúsculo espiritual. Por esta razón parte, se aparta, dice adiós, se retira, fallece [dé-cède]. Es der AbgeschiedeneEsta palabra significa normalmente el solitario o el muerto (el difunto, el fallecido). Pero sin estar aquí sustraído a la muerte, se encuentra sobre todo marcado por la separación de aquel que se aleja hacia otro amanecer (Aufgang). Está muerto, por supuesto, y es el muerto que se separa en tanto que es también el demente: der Wahnsinnigepalabra que Heidegger quiere devolver a su significado corriente. En efecto, recuerda que wana «quiere decir» ohne«sin», y que Sinnan «significa originariamente» (bedeutet ursprünglich): viajar, aspirar a, tomar una dirección. El sentido es siempre el sentido de un camino (sent y set en indoeuropeo): el extraño, aquel que ha fallecido [dé-cédé], no está simplemente muerto, ni loco, está en camino hacia un más allá. Esto es lo que habría que entender cuando Trakl escribe: Der Wahnsinnige ist gestorben (El demente ha fallecido) o Man begräbt den Fremden (Se entierra al Extraño [l’Étranger]).
Este extraño [Étranger], dirá la traducción corriente, está muerto, loco y enterrado. Sus pasos le encaminan en la noche, como un espectro [revenant], hacia los albores del alba de aquello que todavía no ha nacido, hacia lo ingenerado (das Ungeborene), Artaud diría, tal vez, lo in-nacido.
«Espectro» [«Revenant»] no es una palabra de Heidegger, y no le gustaría sin duda que se la impusieran, en razón de las connotaciones negativas, metafísicas o parapsíquicas que él se apresuraría a descubrir en ella. Sin embargo, no la borraré, en razón del espíritu, de todos los desdoblamientos del espíritu que nos esperan todavía y, sobre todo, en razón de aquello que, a mi parecer, la invoca en el texto de Trakl, al menos tal y como yo lo leo. Pero más aún por fidelidad a aquello que, en el texto mismo de Heidegger, presenta el ir y venir de esta palabra como un re-tornar [re-venir] de la noche hacia el alba, y finalmente como el retorno [revenir] de un espíritu. Para comprender este re-torno [re-venance] que va hacia la mañana más matinal, para entender que el fin del «verwesenden Geschlechtes», de la estirpe en descomposición, precede al comienzoque la muerte llega antes del nacimiento, y lo «más tarde» antes que lo «más temprano», hay que acceder precisamente a una esencia más originaria del tiempo. Hay que regresar [revenir] a un «antes» de esta interpretación del tiempo que rige, al menos desde Aristóteles, nuestra representación. En cuanto fin del verwesenden Geschlechtesel fin parece preceder al comienzo (Anbeginn) de la estirpe ingenerada (des ungeborenen Geschlechtes). Pero este comienzo, esta mañana más matinal (die frühere Frühe), se ha levantado ya, ha sobrepasado, en realidad precedido (überholt) al fin. Y la esencia originaria del tiempo (das ursprüngliche Wesen der Zeit) habrá sido precisamente preservada en este archi-origen. Si no se comprende cómo el fin parece preceder al comienzo, es porque esta esencia originaria ha permanecido oculta bajo un velo. Seguimos todavía prisioneros de la representación aristotélica del tiempo: sucesión, dimensión mediante un cálculo cuantitativo o cualitativo de la duración. Esta dimensión puede representarse de manera ya sea mecánica, ya sea dinámica, ya sea incluso en relación con la desintegración del átomo.[xcii]
Una vez más, después de un inmenso recorrido, es desde un pensamiento más originario del tiempo como nos abriremos a un pensamiento más apropiado del espíritu. Una pregunta se impone entonces a Heidegger, ante todas las significaciones que acabamos de reconocer y de desplazar, significaciones que todas ellas determinan el Abgeschiedenheit del Extraño [l’Etranger]: si el poeta dice del crepúsculo, de la noche, del año del extraño[l’etranger], de su itinerario [cheminemen], de su partida, de su fallecimiento [dé-cès] (Abgeschiedenheiten suma, que son espirituales¿qué quiere decir entonces esta palabra, geistlich?
Para un oído superficial, anota Heidegger, Trakl parece limitarse al sentido corriente de la palabra, a su sentido cristiano y hasta de una cierta sacralidad eclesial. Ciertos versos de Trakl parecen incluso favorecer esta interpretación. Sin embargo, otros versos manifiestan claramente, según Heidegger, que el sentido clerical no domina. El sentido dominante tiende más bien hacia lo «más temprano» de quien desde hace tiempo ya está muerto. Movimiento hacia esa Frühe más que matinal, esa iniciación más que primaveral, que viene antes incluso que los primeros albores de la primavera (Frühling), antes que el principio del primun tempusen la antevíspera. Esa Frühe vela, en cierto modo, lo primaveral mismo y es ella la que promete el poema Frühling der Seele (Primavera del alma).
Hay que insistir sobre la promesa. La palabra versprechen (prometer) dice esa singular Frühe que promete (versprichtun poema titulado Frühling der SeelePero la encontramos también cerca de la conclusión, veinte páginas más adelante, cuando Heidegger habla de Occidente (Abendland Abendländisches Lied son los títulos de otros dos poemas). Refiriéndose al poema titulado Herbstseele (Alma de Otoño), distingue entre el Occidente en el que nos da que pensar Trakl y aquél de la Europa platónico-cristiana. Escribe de este Occidente algo que vale también para la Frühe archi -o pre-oriental- y subraya una vez más la promesa: «Este Occidente es más antiguo, a saber, frühermás precoz [más inicial, aunque ninguna palabra resulta aquí apropiada] y por eso mismo promete más (versprechenderque el Occidente platónico-cristiano y que aquel que, pura y simplemente, se presenta a la europea».[xciii]
Versprechenderprometiendo más, no porque fuera más prometedor, porque prometiera más, más cosas, sino prometiendo mejor, más propio de la promesa, más próximo de la esencia de una auténtica promesa.
Esta promesa no plantea nada, no pro-mete, no da nada por adelantado, simplemente habla. De esta Sprache versprichtpodríamos decir, y yo lo diría (Heidegger no lo dice de esta manera) que es en la apertura de esta Sprache donde se cruzan el habla del Dichter y la del Denker en su Gespräch o su ZwiespracheNaturalmente la promesa de este Versprechen puede corromperse, disimularse o perderse. Precisamente es sobre este mal de la promesa sobre el que medita aquí Heidegger cuando habla del Occidente europeo platónico-cristiano y del Verwesen de la humanidad, o incluso del GeschlechtEste Verwesen es también una corrupción del Versprechenuna corrupción fatal que no sobreviene accidentalmente a la Sprache.
En otro contexto,[xciv] simulando jugar sin jugar con la célebre fórmula de Heidegger (Die Sprache spricht), Paul de Man escribió:Die Sprache versprichtPero no estaba jugando, el juego trabaja en la lengua [langue] misma. Esta fórmula la precisó un día como Die Sprache verspricht sichla lengua o el habla [la langue ou la parole] promete, se promete pero también se desdice, se deshace o se descompone, desvaría o delira, se deteriora, se corrompe muy pronto y esencialmente. Desde el momento en que habla [parle], no puede dejar de prometer, como promesa que es, pero tampoco puede evitar el incumplirla -y esto tiene que ver tanto con la estructura de la promesa como con el acontecimiento que, a pesar de todo, funda-. El Verwesen es un VersprechenAl decir esto, tal vez, sin duda incluso (¿cómo estar seguro de ello?), he alterado el orden del comentario, si es que algo semejante existe. ¿Suscribiría Heidegger una interpretación que hiciera de este Versprechen otra cosa que una modalidad o una modificación de la SpracheEl vería en ello antes bien, y cuanto antes [plutôt, plus tôt], el acontecimiento mismo, en la promesa, para lo bueno y para lo malo, del habla dada [parole donnée]Queda por saber si este Versprechen no es la promesa que, abriendo todo habla [parole], hace posible la pregunta misma, y por tanto la precede sin pertenecerle: la disimetría de una afirmación, de un sí anterior a toda oposición del  y del noToda pregunta responde a la llamada del ser. Allí donde hay lenguaje, la promesa ya ha tenido lugar. El lenguaje siempre plantea la promesa, antes de formular cualquier pregunta[xcv] y en la pregunta misma. [L’appel de l’être, toute question y répond déjà, la promesse a déjà eu lieu partout où vient le langage. Celui-ci toujours, avant toute question, et dans la question même, revient à de la promesse]. También esto sería una promesa del espíritu.
Prometiendo mejor, concordando con lo que es más esencialmente promesa en la mejor promesa, lo que es versprechender anuncia, por tanto, la antevíspera: aquello que ya ha tenido lugar, en cierto modo, antes incluso de lo que llamamos, en nuestra Europa, el origen o los albores de la primavera. Que una promesa anuncie o salude aquello que ha tenido lugar con anteríorídad al «ente» [«avant» l’auparavant], he aquí el estilo de la temporalidad o de la historialidad, un acontecer [venue] del acontecimiento [l’événement], Ereignis o Geschehen, que hay que pensar para estar cerca de lo espiritual, de lo Geistliche disimulado bajo la representación cristiana o platónica. El «hay» de ese «hay que pensar» hace concordar, en realidad, su modalidad con la de la promesa. El pensamiento es la fidelidad a esta promesa. Lo que quiere decir que no es lo que debe ser si escucha -si a la vez oye y obedece.
Acabamos de ver por qué este uso de la palabra geistlich no podía ser cristiano. Y por qué, a pesar de las apariencias, Trakl, o al menos el Gedicht de Trakl, no podía ser esencialmente cristiano. Heidegger introduce aquí unas comillas invisibles en el uso de la misma palabra. De este modo, ésta se encuentra dividida por una diferencia interior. En cuanto al adjetivo geistig que, sin embargo, como hemos visto, ha utilizado ampliamente sin comillas y tomado por su cuenta, continuamente, desde 1933, de pronto lo despide brutalmente, sin mediar ninguna explicación. De un modo que puede parecer una inconsecuencia flagrante, hace como si él no hubiera celebrado la Geistigkeit del Geistdurante veinte años. Esta palabra, en cuyo nombre, y con cierta arrogancia, había denunciado todas las formas de la «destitución del espíritu», ahora la inscribe en la forma vulgar y groseramente tipificada de la tradición metafísico-platónica, la misma que será responsable o sintomática de ese Verwesen del Geschlechtla corrupción de la estirpe humana en su diferencia sexual. Ahora reconoce en esta palabra todo el platonismo. Pero más vale citar aquí el pasaje donde reaparece el vermeidenel gesto de evitar que mencioné al comenzar. Resuena como un eco retardado de la misma palabra en Sein und Zeitun cuarto de siglo antes. Pero un abismo amplifica de ahora en adelante su resonancia. Heidegger acaba de anotar que geistlich no tiene el sentido cristiano. Finge entonces preguntarse por qué Trakl ha dicho geistliche y no geistige Dämmerung o geistige Nacht. Veámoslo:

¿Por qué evita (vermeidet er) la palabra «geistig»? Porque lo «Geistige» significa lo opuesto a lo material (Stofflichen). Esta oposición representa (stellt... vor) la diferencia de dos ámbitos y nombra, con un lenguaje platónico-occidental, el abismo (Kluft) que separa lo suprasensible (noeton) de lo sensible (aistheton).
Lo espiritual así entendido (Das so verstandene Geistige) que se ha convertido entretanto en lo racional, lo intelectual y lo ideológico pertenece, junto con sus oposiciones, al modo de ver el mundo (Weltansicht) del «verwesenden Geschlecht», del Geschlecht en descomposición.[xcvi]

La degradación de lo espiritual en «racional», «intelectual», «ideológico», es precisamente lo que Heidegger condenaba en 1935. Desde este punto de vista, la continuidad de su discurso parece indiscutible. Pero, en 1935, hablaba en nombre de la Geistigkeit y no de la Geistlichkeitsobre todo no de aquella Geistlichkeit (no cristiana). Hablaba en nombre de lo que acaba de definir como el origen platónico de la falsa interpretación y de la degradación del espíritu. Hablaba al menos literalmentepuesto que se servía continuamente de la palabra «geistig», aunque la distinción entre la letra y cualquier otra cosa (por ejemplo el espíritu), no tiene precisamente ninguna otra pertinencia aquí más que la platónico-cristiana.
Éstas son, por tanto, aproximaciones negativas a la esencia del espíritu. En su esencia más propia, tal y como el poeta y el pensador permiten interpretarla, el Geist no es ni la Geistliehkeit cristiana ni la Geistigkeit platónico-metafísica.
¿Qué es entonces? ¿Qué es el GeistPara responder a esta pregunta de un modo afirmativo, moviéndose todavía a la escucha de Trakl, Heidegger invoca la llama.
El espíritu inflama¿Cómo entender esto?
No es una imagen, tampoco es una metáfora. Heidegger, en cualquier caso, pondría en duda toda lectura retórica.[xcvii] Aquí no podremos intentar afinar los conceptos de la retórica más que después de habernos cerciorado de algún sentido propio de una de estas palabras, el espíritu o la llama, en tal o cual lengua determinada, en tal o cual texto, en tal o cual frase. Pero estamos lejos de ello y todo reside [revient] en esta dificultad.
A falta de poder seguir aquí a Heidegger paso a paso, indicaré únicamente, con algunos trazos [traits], la lectura que me gustaría proponer. ¿Y por qué precisamente trazos? porque el motivo del trazo va a hacer una incisión, por decirlo de algún modo, en el interior de la llama. Y se tratará de algo completamente distinto de lo que nosotros llamamos en francés agudeza [trait d’esprit].

1. Primer trazo. Heidegger no rechaza simplemente la determinación del espíritu como spiritus pneumaen el pasaje que voy a citar, sino que la deriva más bien, afirma la dependencia del soplo, del viento, de la respiración, de la inspiración, de la expiración y del suspiro respecto a la llama. Precisamente porque el Geist es llama hay en él pneuma y spiritus. Pero el espíritu no es en principiono es originariamente pneuma ni spiritus.

2. Segundo trazo. En ese movimiento, el recurso a la lengua alemana parece irreducible. Parece hacer depender la semántica del Geist de una «significación originaria» (ursprüngliche Bedeutung) confiada al idioma alemán gheis.

3. Tercer trazo. En la determinación afirmativa del espíritu -el espíritu in-flama- se aloja ya la posibilidad interna de lo peor. El mal tiene su origen en el espíritu mismo. Proviene del espíritu, pero precisamente de un espíritu que no es la Geistigkeit metafísico-platónica. El mal no está del lado de la materia o de lo sensible material, que se opone generalmente al espíritu. El mal es espiritual, también él es el Geistde ahí esa otra duplicidad interna que hace de un espíritu el malicioso fantasma del otro. Esta duplicidad afecta, en el pasaje que voy a leer, hasta al pensamiento de la ceniza, esa blancura de la ceniza que pertenece al destino consumado, consumante, a la conflagración de la llama que se abrasa a sí misma. La ceniza, ¿es el Bien o el Mal de la llama?
Traduciré en principio algunas líneas, antes de aislar otros trazos:

¿Qué es entonces el espíritu? En Grodeksu último poema, Trakl habla de la «llama ardiente del espíritu» (heissen Flamme des Geistes) (201). El espíritu es llameante (das Flammende: el espíritu en llamas) y quizá sólo sea soplo en cuanto tal (es un soplo, ein Wehendes). Trakl no entiende el espíritu en primer término como pneumano espiritualmente (nicht spirituell: un caso raro es esta palabra en Heidegger), sino como la llama que inflama [o se inflama: entflammtlo propio del espíritu es esta espontaneidad auto-afectiva que no necesita ninguna exterioridad para encenderse o para encender, para ponerse estáticamente fuera de sí; el espíritu se da el ser fuera de sí, como vamos a ver: el espíritu en llamas enciende y se enciende él solo, para lo bueno y para lo malo, puesto que soporta también el mal y es el paso fuera de sí], eleva [o remonta, aufjgt] desplaza [o deposita o espanta, transporta o transpone, deporta: entsetztuna palabra, toda una semántica que juega un papel importante en este texto y reaparecerá muy pronto en la derivación etimológica de «Geist»], vuelve inasequible (ausser Fassung bringt). El llamear es el ardor luminoso. Lo llameante es lo fuera-de-sí (das Ausser-sich) que alumbra y deja relucir, pero también (indessen auch) lo que puede continuar devorando, consumiéndolo todo en blanca ceniza (in das Weisse der Asche verzehren kann).
«Llama es el más pálido hermano», puede leerse en el poema Verwandlung des Bösen (129) (Transformación del Mal). Trakl entiende el «espíritu» en los términos en que se nombra la significación originaria (in der ursprünglichen Bedeutung) de la palabra «Geist»; pues gheis significa estar enojado (aufgebracht) transportado [o transpuesto, deportado: entsetztuna vez más- y éste es, creo, el predicado más determinante], fuera de sí (ausser sich).[xcviii]