Ésta es la genialidad, la insigne agudeza, la firma de la Cosa «Shakespeare»: autorizar cada una de las traducciones, hacerlas posibles e inteligibles sin reducirse nunca a ellas. Su conexión reconduciría a lo que, en el honor, la dignidad, la buena imagen, el renombre, el título o el nombre, la legítima titularidad, lo estimable en general, lo justo mismo, si no el derecho, supone siempre la conexión, la reagrupación articulada consigo, la coherencia, la responsabilidad[xii]. Pero si la conexión en general, si la juntura del joint supone, en primer lugar, la conexión, la justeza o la justicia del tiempo, el ser-consigo o la concordia del tiempo, ¿qué pasa cuando el tiempo mismo viene a estar out of joint, dis-yunto, desajustado, inharmónico, descompuesto, desacordado o injusto? ¿Anacrónico?
Blanchot no alude aquí a Shakespeare, pero no puedo entender «desde Marx», desde Marx, sin entender, como Marx, «desde Shakespeare». Mantener unido lo que no se mantiene unido, y la disparidad misma, la misma disparidad-volveremos constantemente a ello como a la espectralidad del espectro- es algo que sólo puede ser pensado en un tiempo de presente dislocado, en la juntura de un tiempo radicalménte disyunto, sin conjunción asegurada. No un tiempo de junturas negadas, quebradas, maltratadas, en disfunción, desajustadas, según un dys de oposición negativa y de disyunción dialéctica, sino un tiempo sin juntura asegurada ni conjunción determinable. Lo que aquí se dice del tiempo vale también, por consiguiente o por lo mismo, para la historia, incluso aunque ésta pueda consistir en reparar, en los efectos de coyuntura, y el mundo es eso, la disyunción temporal: «The time is out of joint», el tiempo está desarticulado descoyuntado, désencajado, dislocado, el tiempo está trastocado acosado y trastornado, desquiciado, a la vez desarreglado y loco. El tiempo está fuera de quicio, el tiempo está deportado, fuera de sí, desajustado. Dice Hamlet, que abre así una de esas brechas, saeteras a menudo poéticas y pensantes, desde las que Shakespeare cuidaba de la lengua inglesa sin dejar, al mismo tiempo, de marcar el cuerpo de la misma con algún flechazo sin precedentes. Ahora bien, ¿cuándo llama Hamlet de ese modo a la dis-yunción del tiempo, pero también de la historia y del mundo, la dis-yunción de los tiempos que corren, el desajuste de nuestro tiempo, cada vez el nuestro? ¿Y cómo traducir «The time is out of joint»? Una sorprendente diversidad dispersa en los siglos la traducción de una obra maestra, de una obra genial, de una cosa del espíritu que parece justamente ingeniárselas. Maligno o no, un genio opera, resiste y desafía siempre a la manera de una cosa espectral. La obra animada se convierte en esa cosa, la Cosa que se las ingenia en habitar sin propiamente habitar, o sea en asediar, como un inaprensible espectro, tanto la memoria como la traducción. Una obra maestra se mueve siempre, por definición, a la manera de un fantasma. La Cosa asedia, por ejemplo, habla y causa, habita las numerosas versiones de ese pasaje, «the time is out of joint», sin residir nunca en ellas, sin confinarse jamás en ellas. Plurales, las maneras de traducir se organizan, no se dispersan de cualquier modo. También se desorganizan por el efecto mismo del espectro, a causa de la Causa a la que se denomina el original, y que, como todos los fantasmas, dirige demandas más que contradictorias, justamente dispares. Parece que aquéllas se distribuyen aquí en torno a algunas grandes posibilidades o tipos. En «The time is out of joint», time tan pronto es el tiempo mismo, la temporalidad del tiempo, tan pronto lo que la temporalidad hace posible (el tiempo como historia, los tiempos que corren, el tiempo en que vivimos, los días de hoy en día, la época), tan pronto, por consiguiente, el mundo tal como va, nuestro mundo de hoy en día, nuestro hoy, la actualidad misma: allí donde nos va bien (whither), y allí donde no nos va bien, allí donde esto se pudre (wither), donde todo marcha bien o no marcha bien, donde todo «va» sin ir como debería en los tiempos que corren. Time: es el tiempo, pero es también la historia, y es el mundo.
«The time is out of joint»: las traducciones se encuentran, ellas también, out of joint. Por correctas y legítimas que sean, y sea cual sea el derecho que se les reconozca, están todas desajustadas, como injustas en el hiato que les afecta: dentro de ellas mismas, ciertamente, puesto que su sentido permanece necesariamente equívoco, también en su relación entre sí y, por tanto, en su multiplicidad, finalmente o en primer lugar, en su irreductible inadecuación a la otra lengua o a la genialidad del acontecimiento que dicta la ley, a todas las virtualidades del original. La excelencia de la traducción no puede hacer nada para remediarlo. Peor, y esto es lo más dramático, no puede sino agravar o sellar la inaccesibilidad de la otra lengua. Veamos algunos ejemplos franceses, de entre los más notables, irreprochables e interesantes:
1. «Le temps est hors de ses gonds» [«El tiempo está fuera quicio»][vii]. La traducción de Yves Bonnefoy parece la más segura. Parece dejar abierta y suspendida, como en la epojé de ese tiempo mismo, la mayor potencialidad económica de la fórmula. Más técnica que orgánica, ética o política (lo que no deja de ser un hiato), la figura del quicio parece la más próxima al uso dominante y a la multiplicidad de usos del idioma que traduce.
2. «Le temps est détraqué» [«El tiempo está trastornado»][viii]. Traducción más bien arriesgada: cierto uso de la expresión permite pensar en el tiempo que hace (weather).
3. «Le monde est à l'envers» [«El mundo está al revés»][ix]. un «al revés» muy próximo a un «de través» que parece, a su vez, más próximo al original.
4. «Cette époque est deshonorée» [«Esta época está deshonrada»][x]. Por sorprendente que parezca a primera vista, la lectura de Gide concuerda, no obstante, con la tradición de un idioma que, de Moro a Tennyson, otorga un sentido aparentemente más ético o político a esta expresión. Out of joint calificaría la decadencia moral o la corrupción de la ciudad, el desarreglo o la perversión de las costumbres. Se pasa fácilmente de lo desajustado a lo injusto. Éste es nuestro problema: ¿cómo justificar este paso del desajuste (valor más bien técnico-ontológico que afecta a una presencia) a una injusticia que ya no sería ontológica? ¿Y si el desajuste fuera, por el contrario, la condición de la justicia? ¿Y si ese doble registro condensara su enigma, justamente, y potencializara su sobre-potencia en aquello que da su fuerza inaudita a la frase de Hamlet: The time is out of joint? No nos sorprendamos por ello, el Oxford English Dictionary pone esta frase como ejemplo de inflexión ético-política. Se capta con este notable ejemplo la necesidad de lo que decía Austin: un diccionario de palabras no puede nunca dar definiciones, sólo da ejemplos. La perversión de lo que, out of joint, no marcha bien o va de través (de través, pues, más que al revés), la vemos fácilmente oponerse como lo oblicuo, lo torcido, lo torticero o el través, a la rectitud, a la buena dirección de lo que va derecho, al espíritu de lo que orienta o funda el derecho -y conduce directamente, sin desvío, hacia la buena dirección, etc.-[xi]. Hamlet, por otra parte, contrapone claramente el estar out of joint del tiempo a su estar derecho, en derecho o en el camino derecho de lo que marcha bien. Maldice, incluso, la suerte que le habría hecho nacer para reparar un tiempo que marcha de través. Maldice el destino que le habría destinado justamente a él, a Hamlet, a hacer justicia, a volver a poner las cosas en orden, a volver a poner la historia, el mundo, la época, el tiempo, del derecho, en el camino derecho, a fin de que, conforme a la regla de su justo funcionamiento, avance derecho -y según el derecho-. Esta quejumbrosa maldición parece, ella misma, afectada por la torsión o por el entuerto que denuncia. Conforme a una paradoja que se plantea y resuelve por sí misma, Hamlet no maldice tanto la corrupción del tiempo. Más bien, y en primer lugar, maldice ese injusto efecto del desarreglo, a saber, la suerte que le habría destinado a él, a Hamlet, a volver a colocar en sus goznes un tiempo dislocado -y a volver a ponerlo al derecho, a reponerlo conforme al derecho-. Maldice su misión: hacer justicia por una di-misión del tiempo. Jura contra un destino que le conduce a hacer justicia por una falta, una falta del tiempo y de los tiempos, rectificando una dirección: haciendo de la rectitud y del derecho (to set it right) un movimiento de la corrección, de la reparación, de la restitución, de la venganza, de la revancha, del castigo. Jura contra esa desdicha, y esa desdicha carece de fondo, pues no es otra que él mismo, Hamlet. Hamlet está out of joint porque maldice su propia misión, el castigo que consiste en deber castigar, vengar, ejercer la justicia y el derecho bajo la forma de represalias; y lo que maldice en su misión es esa expiación de la expiación misma; en primer lugar, el que le sea innata, dada tanto por su nacimiento como en su nacimiento. Asignada, por tanto, por quien (o aquello que) vino antes que el. Como Job (3, 1), maldice el día que le vio nacer: «The time is out of joint: O cursed spite. That ever I was born to set it right». To set it right es traducido por rejointer [recomponer, volver a colocar en el quicio] (Bonnefoy), rentrer dans l’ordre [restablecer el orden] (Gide), remettre droit [volver a poner derecho] (Derocquigny), remettre en place [volver a poner en su sitio] (Malaplate). El golpe fatal, el entuerto trágico que habría sido hecho en su nacimiento mismo, la hipótesis de una intolerable perversión en el orden mismo de su destino, es el haberle hecho ser, a él, a Hamlet, y nacer, para el derecho, en virtud del derecho, reclamándole así que vuelva a poner el tiempo en el camino derecho, a hacer derecho, a impartir justicia y enderezar la historia, el entuerto de la historia. No hay tragedia, no hay esencia de lo trágico sino bajo la condición de esa originariedad, para mayor precisión: de esa anterioridad pre-originaria y propiamente espectral del crimen. Del crimen del otro, una fechoría cuyo acontecimiento y cuya realidad, cuya verdad, no pueden nunca presentarse en carne y hueso, sino solamente dejarse presumir, reconstruir, fantasear. Sin embargo, no se deja de cargar, desde el nacimiento, con una responsabilidad, aunque sólo sea para tener que reparar un mal en el preciso momento en que nadie sería capaz de reconocerlo, salvo confesándose confesando al otro, como si esto viniera a ser lo mismo. Hamlet maldice el destino que le habría destinado a ser el hombre del derecho, justamente, como si maldijera el derecho mismo que habría hecho de él un enderezador de entuertos, aquel que, al igual que el derecho, no puede venir sino después del crimen, o, simplemente, después: es decir, en una generación necesariamente segunda, originariamente tardía y, desde entonces, destinada a heredar. No se hereda nunca sin explicarse con algo del espectro (y con algo espectral), y desde ese momento, con más de un espectro. Con la falta, pero también con la inyunción de más de uno. Ése es el entuerto originario, la herida de nacimiento que padece, una herida sin fondo, una tragedia irreparable, la maldición indefinida que marca la historia del derecho o la historia como derecho: que el tiempo esté out of joint, eso es, lo que está también atestiguado por el nacimiento, incluso cuando éste condena a alguien a no ser el hombre del derecho sino en tanto que heredero enderezador de entuertos, es decir, castigando, condenando, matando. La maldición estaría inscrita en el derecho mismo. En su origen homicida.
Si el derecho se sustenta en la venganza, como parece lamentar Hamlet -antes que Nietzsche, antes que Heidegger, antes que Benjamin-, ¿no puede aspirarse a una justicia que, un día, un día que ya no pertenecería a la historia, un día casi mesiánico, se encontraría por fin sustraída a la fatalidad de la venganza? Mejor que sustraída: ¿infinitamente ajena, heterogénea en su fuente? Y ¿está ese día ante nosotros, por venir, o es más antiguo que la memoria misma? Si es difícil, en verdad imposible, hoy en día, decidir entre ambas hipótesis, es justamente porque The time is out of joint: tal sería la corrupción originaria del día de hoy o, asimismo, tal sería la maldición del justiciero, del día en que nací. ¿Resulta imposible reunir en torno a un foco la plurivocidad aparentemente desarreglada (ella misma out of joint) de estas interpretaciones? ¿Es posible encontrarle una regla de cohabitación en ese foco, bien entendido que éste estará siempre asediado, más que habitado, por el sentido del original? Ésta es la genialidad, la insigne agudeza, la firma de la Cosa «Shakespeare»: autorizar cada una de las traducciones, hacerlas posibles e inteligibles sin reducirse nunca a ellas. Su conexión reconduciría a lo que, en el honor, la dignidad, la buena imagen, el renombre, el título o el nombre, la legítima titularidad, lo estimable en general, lo justo mismo, si no el derecho, supone siempre la conexión, la reagrupación articulada consigo, la coherencia, la responsabilidad[xii]. Pero si la conexión en general, si la juntura del joint supone, en primer lugar, la conexión, la justeza o la justicia del tiempo, el ser-consigo o la concordia del tiempo, ¿qué pasa cuando el tiempo mismo viene a estar out of joint, dis-yunto, desajustado, inharmónico, descompuesto, desacordado o injusto? ¿Anacrónico?
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No un tiempo de junturas negadas, quebradas, maltratadas, en disfunción, desajustadas, según un dys de oposición negativa y de disyunción dialéctica, sino un tiempo sin juntura asegurada ni conjunción determinable. Lo que aquí se dice del tiempo vale también, por consiguiente o por lo mismo, para la historia, incluso aunque ésta pueda consistir en reparar, en los efectos de coyuntura, y el mundo es eso, la disyunción temporal: «The time is out of joint», el tiempo está desarticulado descoyuntado, désencajado, dislocado, el tiempo está trastocado acosado y trastornado, desquiciado, a la vez desarreglado y loco. El tiempo está fuera de quicio, el tiempo está deportado, fuera de sí, desajustado. Dice Hamlet, que abre así una de esas brechas, saeteras a menudo poéticas y pensantes, desde las que Shakespeare cuidaba de la lengua inglesa sin dejar, al mismo tiempo, de marcar el cuerpo de la misma con algún flechazo sin precedentes. Ahora bien, ¿cuándo llama Hamlet de ese modo a la dis-yunción del tiempo, pero también de la historia y del mundo, la dis-yunción de los tiempos que corren, el desajuste de nuestro tiempo, cada vez el nuestro? ¿Y cómo traducir «The time is out of joint»? Una sorprendente diversidad dispersa en los siglos la traducción de una obra maestra, de una obra genial, de una cosa del espíritu que parece justamente ingeniárselas. Maligno o no, un genio opera, resiste y desafía siempre a la manera de una cosa espectral. La obra animada se convierte en esa cosa, la Cosa que se las ingenia en habitar sin propiamente habitar, o sea en asediar, como un inaprensible espectro, tanto la memoria como la traducción. Una obra maestra se mueve siempre, por definición, a la manera de un fantasma. La Cosa asedia, por ejemplo, habla y causa, habita las numerosas versiones de ese pasaje, «the time is out of joint», sin residir nunca en ellas, sin confinarse jamás en ellas. Plurales, las maneras de traducir se organizan, no se dispersan de cualquier modo. También se desorganizan por el efecto mismo del espectro, a causa de la Causa a la que se denomina el original, y que, como todos los fantasmas, dirige demandas más que contradictorias, justamente dispares. Parece que aquéllas se distribuyen aquí en torno a algunas grandes posibilidades o tipos. En «The time is out of joint», time tan pronto es el tiempo mismo, la temporalidad del tiempo, tan pronto lo que la temporalidad hace posible (el tiempo como historia, los tiempos que corren, el tiempo en que vivimos, los días de hoy en día, la época), tan pronto, por consiguiente, el mundo tal como va, nuestro mundo de hoy en día, nuestro hoy, la actualidad misma: allí donde nos va bien (whither), y allí donde no nos va bien, allí donde esto se pudre (wither), donde todo marcha bien o no marcha bien, donde todo «va» sin ir como debería en los tiempos que corren. Time: es el tiempo, pero es también la historia, y es el mundo.
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